Futuro de Internet: frente a la Inteligencia Artificial corporativa, la inteligencia colectiva

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27 abril, 2023
sursiendo

por Dom / Sursiendo

Publicado en la Revista Digital Internet Ciudadana N° 9 – Abril 2023 – «Mundo digital corporativo: Poco inteligente, muy artificial».

Cuando hacemos búsquedas en la red sobre algo así como «Internet del futuro» nos aparecen proyectos ultratecnologizados, máquinas y aparatos supermodernos, criptomonedas y fotos de ciudades de ciencia ficción o de robots y cyborgs.

Incluso preguntando a ChatGPT, que está tan de moda y que en cierta forma representa el futuro, nos dice:

«La internet del futuro tendrá una mayor interconexión entre los dispositivos y las personas”, y nos da una serie de menciones a la Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés), la tecnología 5G, la inteligencia artificial. “Esto significa que los hogares inteligentes, los vehículos autónomos y los dispositivos portátiles estarán conectados y podrán compartir información para brindar a los usuarios una experiencia más personalizada y cómoda”. Y para terminar de inquietarnos, agrega: “En el ámbito militar, el futuro del internet se enfocará en mejorar la eficiencia y la precisión de las operaciones militares a través de la tecnología de redes de comunicación avanzadas y la integración de sistemas autónomos y drones. Las fuerzas armadas ya están utilizando drones y robots terrestres para tareas de vigilancia y recolección de información, y se espera que la tecnología siga avanzando para permitir que estos dispositivos tomen decisiones autónomas en situaciones de combate».

Más allá del potencial militar que propone la Internet que viene, que ya sabemos a quién perjudica siempre, la proyección de futuro sigue el camino del consumismo, el productivismo y la competitividad, desde el capitalismo salvaje, individualista, extractivista, masculino y occidental. Más de lo mismo. Así, en el imaginario colectivo se sigue perpetuando el colonialismo sociocultural, ahora desde el paradigma californiano de Silicon Valley. Un mundo homogéneo tecnificado dominado por las corporaciones.

La cara oculta, si es que esa que nos presentan tiene algo de luminosa, está llena de despojo de territorios, semiesclavitud en enormes cadenas maquiladoras, grandes basureros electrónicos, más contaminación y marginación, desplazamientos, violencia y criminalización para los pueblos que no quieren o no pueden subirse a ese tren de Internet del Futuro. Terrible. Como los relatos distópicos tan presentes en series, películas y novelas.

Ni inteligencia ni artificial

“La Inteligencia Artificial ni es artificial ni es inteligente”, escuchamos mucho últimamente para desmontar las falacias en las que se sustenta la cultura digital hegemónica. No es inteligente porque solo se basa en la gran velocidad de cálculo de miles de millones de datos, ni es artificial porque esa acumulación de datos y los cálculos se alimentan de un enorme gasto de distintos “recursos” naturales. Además de los sesgos con los que fueron creados que dan lugar a graves discriminaciones a la hora de ponerlas en práctica, estos sistemas que parecen tan automatizados, tienen detrás a miles de personas precarizadas que realizan tareas necesarias para que funcionen.

Si el futuro es más y más inteligencia artificial tenemos un gran problema: los territorios del Sur Global y sus gentes y comunidades son y serán los más afectados, en derechos laborales, extractivismos y discriminaciones. Pero también en aumento de gasto energético, emisiones de gases, desechos electrónicos, etc. Todo ello agravando la crisis ecosocial que ya estamos enfrentando.

Pero es que desde la mayoría de gobiernos, academias y organizaciones empresariales se proponen soluciones basadas en las tecnologías para combatir la crisis ecosocial, y desde hace años insisten en usar palabras como “geoingeniería”, “nanotecnología” o “agricultura 4.0”, que es más de lo mismo: más monopolios, dependencia, irresponsabilidad y más ganancias para los de siempre. Una huida hacia adelante que nos acerca cada vez más al precipicio.

Afortunadamente cada vez hay más voces que señalan este tecnofetichismo y se están haciendo investigaciones sobre el impacto de las tecnologías digitales en la crisis climática y social. Un ejemplo de ello son los aportes de la revista Branch, que entre otras cosas, señala que «Internet se está convirtiendo en un monocultivo frágil y contaminante».

Como dice Yásnaya Elena Aguilar Gil, la “tradición del pensamiento capitalista, patriarcal y colonial” se apropia de todo bien público para privatizarlo, ya sea agua, minerales o conocimiento tecnológico. Hay que buscar otras formas.

Comunalidad digital

En Sursiendo trabajamos por sumar nuevas narrativas que cambien lo deseable y posible respecto a las tecnologías digitales. Es una tarea titánica frente a las narrativas de las BigTech, pero el futuro nos va en ello. Como dice Paolo Lugari desde Colombia: “El futuro primero nace en nuestros cerebros, luego en la voluntad, y después en la realidad. La mejor manera de decirlo es hacerlo”.

Cambios culturales para cambiar también nuestras prácticas, avanzar en utopías concretas.

No es tan solo pasarse a herramientas digitales libres o usar más placas solares para obtener energía. No se trata tan solo de sustituir. Tenemos que transformar(nos).

Por ello estuvimos haciéndonos preguntas, escuchando a quienes tienen preocupación por otras prácticas respetuosas con la naturaleza y las personas pero que no provienen de las tecnologías. De ahí surgió la chispa que dio como resultado la investigación y la publicación Comunalidad Digital: una aproximación desde la ética permacultural.

Habitar Internet desde la comunalidad implica hacernos preguntas sobre la tecnología que usamos, cómo se origina, bajo qué lógicas ha sido diseñada y producida, preguntarnos sobre las plataformas que utilizamos, es decir, nos invita a una “alfabetización digital crítica”.

¿Qué significa decrecer en el ámbito digital? ¿qué rasgos tendría la frugalidad voluntaria digital? ¿Qué narrativas hegemónicas de Internet están en contra de cuidarnos como personas y sociedades y cuidar la tierra? ¿qué otras narrativas nos permitirían ir por ese otro camino de los cuidados?

La inteligencia colectiva

A partir de ahí, seguir preguntando, escuchando, poniendo en práctica, reflexionando, sintiendo, compartiendo… Ir más allá de los marcos establecidos, imaginar e intentarlo en el cotidiano.

Como decía el sociólogo y profesor Jesús Ibáñez, “una revolución es una inmensa conversación”, entre mucha gente, muy diversa, con distintas experiencias y saberes. De ahí que apelemos a la inteligencia colectiva, a no caer en inercias o derrotismos y destacar los impulsos que dan resultados positivos, adoptarlos y adaptarlos. En el mundo digital nos resuena llamarle “Reescribir las tecnologías” (desde los aportes de Nadia Cortés y Eugenio Tisselli).

Pensar para qué usamos las tecnologías, quedarnos con lo necesario, reflexionar a quiénes cedemos nuestros datos, ¿hay tecnologías digitales que nos cuidan, cuidan la tierra y posibilitan la redistribución equitativa?

Ponernos a cambiar lo que hay, ¿quizás establecer redes locales federadas gestionadas por la ciudadanía? ¿Reutilizar, reciclar y reparar tecnología de verdad? ¿Aprender algo de programación, conocer cómo están hechas las máquinas? ¿Usar software libre creado en los territorios? ¿Apoyar cooperativas de trabajadoras de la tecnología? Y quién sabe… ¿Se podrán crear dispositivos de madera? ¿Con aplicaciones vecinales y agroecológicas? ¿Que no produzcan violencia y enfermedades? Quién sabe. Todo es ponerse. Comencemos a crear colectivamente la Internet del Futuro. Por ahora no demos más poder al poder.

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