Desconfiar de las tecnologías

hackfeminismo
11 marzo, 2021
sursiendo

Publicamos la entrevista realizada por Mónica Nepote para el Centro de Cultura Digital

Integrante del colectivo Sursiendo, la_jes contribuye a pensar críticamente las tecnologías. «No dar por hecho» es una frase clave que le escuché decir hace unos años en un taller de desmontaje de la configuración de las tecnologías desde su operatividad. Esta frase implica cuestionar los algoritmos, las formas de producción y las rutas de las tecnologías dentro de una lógica de fabricación y consumo.

Mónica Nepote: Tu labor como tallerista y activista nos ayuda a pensar y a observar las lógicas de la tecnología con una mirada mucho más crítica, ¿cómo han aportado los feminismos a tu labor?

la_jes: Los feminismos me atraviesan en lo cotidiano, en los activismos y en el trabajo, claro. En el trabajo me acercó tanto a figuras invisibilizadas en el desarrollo de la tecnología como las grandes figuras de Ada Lovelace, Hedy Lamarr o Radia Perlman; sobre todo me acercó a las reflexiones del día a día, pensándonos en los cuidados desde propuestas que nos miren en relación con les otres y lo otro. Me acompaña el hecho de encontrarme (y a veces desencontrarme) con los diferentes feminismos y las diferentes prácticas feministas más allá de las tecnologías en sí mismas.

En mi trabajo todo esto se ve atravesado por el cruce entre tecnología, procesos ambientales y feminismos, que desde hace varios años confluyen en mi quehacer. Es más, creo que fue hasta el momento de «encontrarme» con los feminismos que esas otras dos vertientes se juntaron en mi quehacer. Todo cobró más sentido cuando los procesos de cuidado, reflexión-acción y «los cómos en el hacer» sobre los que reflexionaba desde las tecnologías y las luchas ambientales fueron tocados por los feminismos. En esta confluencia hay una potencia diferente para pensarnos, no solo como usuaries dentro de la red, sino en los procesos detrás de internet y en las formas en que las mujeres y géneros disidentes nos concebimos en él. Hay un lugar más digno para la desobediencia y también para tejer juntas. Eso me ha parecido hermoso: cómo el ser-hacer feminismos abre la posibilidad de escucharnos hagamos-lo-que-hagamos, sea cual sea nuestro lugar de enunciación. Esto no está dado en todos los feminismos, pero desde donde yo quiero habitarlos, quiero que la posibilidad de diálogos y encuentros (o diálogos que resulten en desencuentros, desde el cariño) sean una realidad. Aunque vivo el hecho de que aún tenemos que aprender a hacerlo, creo que los feminismos tienen esa potencia de compartirnos desde la generosidad, dentro y fuera de los espacios digitales y en los espacios físicos.

MN: ¿Cómo podemos conjugar la tecnología y la defensa de los territorios? ¿Cuáles serían las relaciones entre ambos mundos que quizá para muchas personas, no estén tan ligados? 

la_jes: Al menos para la mitad de la población mundial la tecnología es una realidad cotidiana. Claro que con diferentes posibilidades de conexión y aprendizajes para la navegación, pero ahí está: en el trabajo, las relaciones afectivas, las relaciones de disputa, el acceso al crédito, a la salud o a la educación. Y la pandemia hizo mucho más visible esta necesidad.

Lo que no hizo visible la pandemia fueron muchos de los temas en torno a las tecnologías que de por sí estaban invisibilizados. Ahora mismo, somos más concientes de las brechas de acceso en términos de conexión. Quizás no lo somos tanto en términos de navegación, uso, resignificación. Quedan lejos y fuera las relaciones subyacentes de ejercicios de poder de las tecnologías sobre otras formas de «producción». No sabemos de dónde salen los minerales, la energía, los químicos, el agua, los cables, los dispositivos, ni a dónde van a parar cuando los desechamos. Quiénes son las personas que trabajan para producir esas energías y cuáles son las poblaciones que se ven afectadas por ellas. Se invisibilizan todos los procesos de extracción, desde las apropiaciones del territorio, el despojo que conlleva hasta las condiciones laborales que ahí se ejercen.

Se nos hace creer que vivimos en un mundo de recursos ilimitados. Las narrativas dominantes nos cuentan que las «nubes» contaminan menos que una impresión en papel. No nos dicen, por ejemplo, que para que esas nubes almacenen nuestros correos electrónicos de hace 10 años o nuestros mensajes de audio, se necesitan diariamente millones de litros de agua limpia para enfriar servidores o que el dióxido de carbono que producen las granjas de servidores hasta antes de la pandemia, era igual al generado por el tráfico aéreo en Estados Unidos. Las nubes parecen etéreas pero no lo son. Sin embargo, este concepto nos aleja cada vez más de los impactos ambientales, sociales, económicos que generamos como habitantes de la red.

En permacultura suele decirse que es deseable mantener cercanos los impactos (incluso negativos) que generamos en nuestros entornos porque de esa forma podemos observar, escuchar, aprender y transformar nuestras acciones para producir el impacto deseado. En nuestras sociedades, sobre todo si habitamos zonas urbanas, estamos cada vez más alejades de los impactos que nuestras acciones generan. ¿Cómo vamos a saber qué daños podría producir nuestra navegación diaria en internet, si muchas veces ni siquiera sabemos qué pasa con nuestra bolsa de basura cuando la dejamos en el camión o cómo es que se llena de agua nuestra cisterna? Alejar a las personas de estas y otras dinámicas de infraestructuras es una estrategia tramposa que nos hace pensar que no necesitamos saber de dónde vienen las tecnologías que usamos día a día o qué sucede cuando nos conectamos a internet. Esto es algo que podemos transformar, en primer lugar con información y luego con acciones pequeñas. Creo profundamente en las acciones pequeñas, muchas de ellas posibilitan vincularnos y revincularnos para que los impactos que generamos en nuestros entornos sean los deseados.

MN: En este momento en el que nuestra vida está fusionada a las pantallas, ¿qué estrategias podemos seguir para situarnos desde un lugar crítico y evitar que la lógica del mercado o la algoritmocracia nos engulla?

la_jes: A mí me gustan mucho las tecnologías pero mi invitación es a desconfiar de ellas. Sobre todo si son de grandes compañías, si son cerradas y privativas, si se venden como «amigables» o nos lo dejan todo fácil. Estoy de acuerdo en que para usar tecnologías no hay que ser expertes, pero lo cierto es que las tecnologías más utilizadas hoy en día no tienen el objetivo de democratizar el acceso y el conocimiento de su funcionamiento, sino hacernos dependientes de ellas. Esto nos hace pensar que no somos capaces de crear ni producir nada nuevo. Nos da miedo hacer algo y «que se rompa» porque si se rompe tiene que venir el experto. Eso no se parece en nada a democratizar el conocimiento.

Las tecnologías que se presenta con todo resuelto, aquellas que no podemos destripar aunque sea un poquito, son tecnologías que no abonan al conocimiento colectivo. Y son precisamente estas las que más se esfuerzan en cautivarnos. Para las grandes plataformas, mientras más tiempo pasemos en ellas más ganancias les generamos.

Establecer un distancia crítica con las tecnologías es deseable y necesario. Aunque a estas alturas pueda parecer cliché, elegir otras formas de satisfacer nuestras necesidades tecnológicas es importante incluso para procurar nuestra propia diversidad. Ser parte de grupos diversos también implica generar formas diversas de relacionarnos con las tecnologías y con otros grupos. En contextos de pandemia esta distancia crítica se puede traducir en la búsqueda de formas creativas para cubrir nuestras necesidades de afecto, comunicación, trabajo o esparcimiento fuera de las pantallas. Dentro de las pantallas podemos jugar en otros espacios, cuestionar nuestros hábitos, visitar diferentes páginas y siempre preguntarnos qué estamos haciendo en ellas, si existen otras formas de habitar espacios digitales con más autonomía, generando vínculos y no solo interacciones.

MN: ¿A qué otras feministas admiras?

la_jes: La verdad es que cada vez admiro más los feminismos cotidianos, los que se construyen con otras, otros y otres, los que se cuestionan y se enfrentan a sí mismos para ser más fuertes, diversos y dignos. Esas feministas cotidianas, algunas de las cuales considero mis amigas, son a quienes admiro. El trabajo intelectual es importante, pero cada vez más admiro los haceres y cómo ponemos el cuerpo para tejer, construir y ensanchar lo que queremos ver en los feminismos.