La campaña de las organizaciones sociales mexicanas #SalvemosInternet, que busca rechazar la aprobación del Anteproyecto de Ley sobre neutralidad de la Red del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), se reactiva. Desde Sursiendo participamos para frenar esta grave amenaza a la Internet que podría convertirla en un espacio aún más discriminatorio y mercantil.
También nos hemos parado a reflexionar sobre el uso que le damos a esas redes que queremos “salvar”. Y qué pasa con los derechos digitales colectivos.
¿Cómo es la ciudad donde queremos vivir? ¿Cuál es la alimentación que defendemos? ¿Qué tipo de relaciones sociales necesitamos? ¿Qué culturas son dignas de ser vividas? Y en estos tiempos… ¿qué Internet queremos? ¿Cómo nos imaginamos la Internet dentro de 10 años?
Se sentarán las bases de lo que pase en un futuro según lo que se vaya construyendo ahora. Y ahora estamos atravesando tiempos de mayor uso intensivo de las redes digitales, que cada vez están más omnipresentes, además de caer en cierto solucionismo tecnológico.
Cuando las corporaciones capitalistas más importantes son las tecnológicas (Facebook, Google, Amazon, Microsoft y Apple han desbancado a Walmart, Exxon Mobil, Bayer, General Electric y otras) pensamos que hay que incorporar las luchas por otra Internet y otras tecnologías digitales a los movimientos sociales.
Recogemos algunas ideas que compartió La Imilla Hacker: “En contra de una confusión muy extendida, los nuevos conglomerados mediáticos no son entidades de interés público cuyo objetivo primordial sea garantizar nuestro derecho a la libertad de expresión. Como empresas que son, se deben ante todo a su junta de accionistas, y ante ello, la seguridad y la privacidad de sus usuarias queda en un plano muy inferior”.
Hay varios conjuntos de definiciones, pero básicamente los derechos digitales son:
Se podrían incorporar otros que no son exclusivamente digitales, pero que en un contexto de uso masivo de las redes se pueden considerar, como el derecho a la educación, al trabajo, de reunión, de asociación y de manifestación, etc.
¿Cuál es la implicación de que los propongamos como derechos colectivos? Entendemos que son aquellos que garantizan el acceso, la libertad y la participación de las personas en el entorno digital, considerando este entorno como una construcción colectiva desde sus inicios, aun cuando persistan aspectos que se mantienen limitados a la participación de algunos pocos actores. Pensarlos desde una perspectiva colectiva posibilita ampliar el concepto actual, limitado al ejercicio y garantía del derecho individual, hacia un enfoque participativo, de construcción colectiva, basado en acuerdos comunes, apoyo mutuo, respeto y cuidado de los entornos sociales y ambientales implicados en la construcción de las tecnologías que habitamos. En resumen, la perspectiva colectiva de los derechos digitales aspira a que sea la sociedad en su conjunto quien promueva, garantice, proteja y amplíe estos derechos para alcanzar el bien común digital.
Con la campaña #SalvemosInternet estamos intentando detener la vulneración del derecho a la neutralidad en la Red, pero ¿qué pasa con los demás derechos?
Es normal que en las organizaciones y colectivos que defienden la tierra y el territorio, los derechos humanos, la comunicación independiente, los feminismos, las culturas originarias, los derechos de la niñez, el ambiente sano, los derechos de las personas trabajadoras, los derechos de los pueblos originarios, el consumo responsable y otros cientos de luchas, no se tenga la información y/o el tiempo para hacer cambios hacia tecnologías más libres, seguras y descentralizadas. El trabajo es dar a conocer y acercar las posibilidades de esos cambios. Y es un camino lento, muy lento, pero satisfactorio.
Sin embargo, nos sorprende cuando vemos a organizaciones y colectivos que defienden derechos digitales desde la incidencia, el feminismo o cualquier otro enfoque, que convocan a una reunión organizativa en Zoom (o una charla directamente en Facebook Live!), que comparten documentos en Google Docs, hacen grupos de trabajo en WhatsApp, tienen sus servidores en Amazon, y situaciones así. Hay eventos que quizás lo ameriten. Sin embargo, proponer espacios de difusión y reunión solo en plataformas privativas es asumir que las tecnologías libres no pueden cubrir nuestras necesidades de comunicación. Y eso, en la práctica, no es así. Lo decimos por experiencia propia y cotidiana.
Reconocemos que hay diferentes enfoques en la defensa de derechos, siempre los ha habido. Desde Sursiendo elegimos trabajar por la defensa de los derechos digitales colectivos. De nada sirve apelar a las libertades individuales porque para nosotros y nosotras el futuro es común. No se trata de purezas o fundamentalismos, sino de un camino de lucha hacia lo integral. “El medio es el mensaje”, decía McLuhan hace más de cincuenta años. ¡Y es que además ya hay alternativas tecnológicas viables para casi todo ello!
¿Se imaginan que en una organización en favor de la soberanía alimentaria solamente usen para sus comidas productos genéticamente modificados? ¿O una que luche por los derechos de la niñez y no tenga en cuenta la voz de niños y niñas?
Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft son el denominado Imperio GAFAM, porque son las que están dando forma al mundo en el que vivimos: además de la infraestructura y el software, están moldeando la forma de relacionarnos, de leer y escribir, de decidir qué es importante y cuánto tiempo le dedicamos.
Hay herramientas alternativas a las corporativas, que pueden ser más o menos fáciles de usar (aunque la mayoría ya son muy fáciles de usar), pueden ser más o menos populares, pero nos corresponde darles importancia, hacer el “esfuerzo”, movernos de la tan famosa “zona de confort”, y a través de dar pequeños pasos vivir ahora como nos gustaría vivir en el futuro. Hace años exigíamos que las “alternativas” fueran amigables y estables. Hoy muchas de ellas lo son. Y a la vez proponen formas de relacionarnos un tanto diferente. Una en la que los propios grupos participantes pueden tener incidencia.
Si no empezamos a hacer el cambio estamos contribuyendo a ese mundo distópico, que cada vez está más presente: no conocemos con certeza los potenciales usos futuros de los datos que extraen y sus consecuencias, pero sabemos que cada vez tienen más influencia en políticas públicas y en cómo vemos la realidad. No le demos más poder al poder.
Volvemos a La Imilla Hacker: “Se ha convertido casi en un dogma que prescindir de estas empresas que no existían hace quince años supondría perder en cierto grado nuestra capacidad de convocatoria y difusión”, escuchamos mucho lo de “es que ahí está todo el mundo”, “es lo que usa la gente”, “si no, no llegamos a nadie”… Sin embargo, hacerlo solo en medios comerciales deja de lado otras realidades, mientras oculta las propias realidades de producción y reproducción de inequidades que esas tecnologías hegemónicas tienen.
“Parte de esa honestidad radical que necesitamos en tecnopolítica pasa por no dejar nunca de descolonizarnos. Extractivismo no es solo lo que se lleva nuestras materias primas: es el exterminio de nuestras formas de vida ancestrales. Es la claudicación de lo digital”, dice La Imilla Hacker, y pensamos que la situación es más grave de lo que pueda parecernos.
Es momento de cambiar, de decidir: “Quizás también nos toca escoger el lugar donde queremos estar en el triángulo entre visibilidad, seguridad y autonomía”. Ese es nuestro #SalvemosInternet: oponiendo los conceptos (y sus prácticas) de software libre, autonomía digital, comunalidad tecnológica y derechos digitales colectivos frente al extractivismo de datos, colonialismo digital y capitalismo de plataforma.