Sursiendo hilos sueltos
El sueño de internet era ser libre. ¿Ese no es acaso el sueño de todas y todos? Sin entrar a detallar lo que para cada quien significa, ser libre (sentirse libre) es uno de los grandes propósitos.
Resulta que tomamos un puñado de cables, antenas, modems, servidores, protocolos y etc etc y los personificamos. Y los hacemos soñar con ser ‘libres’. Pero es que para muchas de nosotras y nosotros internet no es solo una herramienta y una infraestrutura, sino esa inmaterialidad que construye relaciones sociales. Sí, conocemos los peligros de internet, diariamente intentamos mantener a resguardo nuestra privacidad e intimidad en un medio hoy regido por leyes de mercado y controles gubernamentales muy alejados de los sueños de quienes hace más de 40 años la vieron como un espacio en el que, por ejemplo, el conocimiento compartido no tenía límites.
Esa gran confluencia de ‘inventos’ anteriores que resultó ser la red de redes también ha estado marcada por el ‘desarrollo’ militar, académico, económico. Cada uno de esos grupos tiene intereses diversos, por momentos antagónicos, y sin embargo están ‘obligados’ a convivir en internet de una forma u otra.
De entre todos ellos nos interesan aquellos grupos también diversos pero más ‘amorfos’ que siguen construyendo cotidianamente un entorno de internet que valora a las personas y los procesos colectivos, la privacidad y el anonimato, la circulación del conocimiento y los aprendizajes mutuos.
¿Hay todavía procesos así en un mundo tecnológico marcado por la ‘innovación’, las startups, los lobbies y la compra-venta de datos?
Sí. Aún somos capaces de indignarnos frente al autoritarismo tecnológico y construir y alimentar redes libres y federadas. Aún hay quienes creemos en foros, canales de chat y listas de correos en los que podamos discutir y aprender. Aún hay quienes piensan en infraestructuras libres, en tecnologías cooperativas y autónomas. Aún hay quienes trabajan por la apropiación y la reescritura tecnológica.
A ese universo de opciones que aún existe, y que cada día se hacen más necesarias, es lo que llamamos biodiversidad tecnológica.
Sí, internet está hoy cooptado por infraestructuras privativas de las que no podemos prescindir (seamos optimistas y pensemos que ¡solo por ahora!) Pero mientras seguimos usando esos cables y esas fibras, podemos ir más allá de las plataformas privativas en las que ‘está todo el mundo’ (!) y encontrarnos para construir otros espacios digitales (y analógicos) en los que podamos sentirnos más libres para habitarlos.
«…estamos viviendo una progresiva centralización de Internet, y es cada vez más acuciante. Esta centralización implica que ante la increíble variedad de espacios de debate, plazas y ágoras que existen en el ciberespacio, nos quedamos en esos jardines vallados donde se genera uno de los peores simulacros: el de la comunidad», leíamos allá por 2015 en un blog amigo.
Esa internet que se construye desde la biodiversidad tecnológica es ‘bio’ porque también recuerda que las materialidades y ‘fierros’ que se usan para interconectarnos vienen de una naturaleza de la que somos parte y que como sociedad estamos devastando en haras del consumo, la obsolescencia programada y la obsolescencia percibida.
Y entonces, desobedeciendo las órdenes de cada publicidad que nos pone en frente el dispositivo más ‘avanzado’, esta otra, la tecnología popular, underground, autónoma o como se llame nos invita a cuestionar ese ‘avance’, a apropiarnos de nuestros dispositivos… nos invita a tocar, desarmar, jugar con ella y aprender de qué se trata… Nos invita a pensar más allá de los puros aparatos y a construirnos juntas y juntos para que esas herramientas propicien relaciones sociales y con nuestros entornos naturales que nos permitan no abusar de ellos y seguir ‘conectados’.
Sí, somos de las personas que usan celulares y computadoras. Y también somos de las personas que reutilizan, reparan y se suman a las propuestas de cuestionar críticamente estos aparatos. A pesar de tanta noticia diaria que nos invitaría a considerar lo contrario, también somos de las personas que creen que las herramientas digitales ayudan a crear relaciones sociales.
Eso sí, para hacerlo necesitamos transitar el uso y la construcción de herramientas que caminen a la par de nuestros procesos sociales libertarios (y ¡tecnofeministas!) Por eso no da lo mismo qué herramienta digital o servidor usamos para nuestras comunicaciones con otros y otras.
Esta loca vida moderna es cada vez más compleja. Hay poco tiempo para lo importante porque apenas podemos resolver lo urgente. Estas propuestas de la biodiversidad tecnológica ya empiezan a ser urgentes y estamos a unos pocos pasitos digitales de caminar hacia las que ya existen, encontrarnos y sonreirnos por allí.