Sursiendo hilos sueltos
En algunas casas aún quedan guirnaldas de calaveras colgando. Como cada año, el Altar de Muertos del que formaban parte fue el punto de encuentro entre vivßs y muertßs. Según la tradición indígena (azteca sobre todo, pero con muchas otras representaciones a lo largo de América Latina) cada 1ero y 2 de noviembre las almas de nuestrßs seres queridßs regresan para convivir con quienes aún tenemos vida…
La celebración tiene raíces prehispánicas pero el sincretismo que presenta hoy en día muestra la influencia de la cultura occidental. A pesar de que este mestizaje ha sido aceptado como natural, resulta sorprendentemente curiosa la resistencia que se expresa hacia otra celebración que también tiene espacio por estas fechas, el jalowin, cuyos orígenes son aparentemente diferentes. Además del sincretismo que posee el tradicional Día de Muertos mexicano si nos damos una rápida vuelta al mundo, muchas son las culturas del hemisferio norte que por estas fechas tiene una celebración que junta ambos mundos. Todas ellas coincide con la época de las cosechas. También al parecer y más allá de las múltiples representaciones que éstas han adoptado, el objetivo último siempre fue compartir.
La creencia en la muerte como un lugar oscuro y funesto, donde iremos a pagar lo malo que hayamos hecho en esta vida, tiene fundamentos relativamente nuevos. Hasta hace unos pocos siglos atrás la humanidad se había desarrollado por milenios celebrando a sus muertos, no castigándonos.
Una vez más, la remezcla dará como resultado nuevas e inesperadas formas. No se trata de suplir una tradición por otra, sino solo de aceptar el cambio del mismo modo natural con el que a pesar de todas estas intervenciones, desde las poblaciones indígenas se acepta del cambio de esta vida a la siguiente… Para ellßs la muerte no tiene una connotación moral y todas las almas morarán finalmente en el reino de lßs muertßs. En este sentido la muerte no se desprecia o se teme, sino que es valorada, vista como una nueva etapa. Lßs muertßs que llegan son una presencia viva, parte del renacer infinito de la vida. Quienes aún habitamos esta mundo y hoy celebramos a nuestrßs muertßs seremos mañana lßs agasajadßs.
En México la muerte es un personaje cultural de suma importancia. Está presente en gran cantidad de mitos y leyendas, es invitada de honor en festividades y compañera de camino. Asumir que con la llegada, cada vez más evidente, de la fiesta de Halloween se perderán las costumbres es, cuanto menos, olvidar que lo que cada año se celebra por estas fechas surgió de un mestizaje anterior (forzado sí, pero mestizaje al fin). Así, al Día de los Muertos se le sumó la celebración del Día de Todos los Santos y Fieles Difuntos. Sin embargo de este coctel, la idea unitaria del alma que puede ir al infierno eterno no pudo con la idea dual del alma de las representaciones indígenas. Es también conocido que además, a lo largo de la historia previa a la llegada de españolßs, esas culturas y tradiciones que estaban tan vivas como lo están ahora (vivo=cambio, transformación) fueron mutando con los intercambios culturales entre los diferentes pueblos. Estos intercambios a veces también se dieron de formas no pacíficas.
Al concebir la muerte como un acontecimiento natural y complementario de la vida se ha conseguido que esta festividad continúe tan arraigada por estos territorios. Lo que más nos ha interesado reencontrar en ella ha sido el profundo sentimiento de compartir que aún posee.
En esta zona del mundo, el año estaba divido en dos estaciones: la seca y la lluviosa y así estas fechas corresponden con el ciclo agrícola de la cosecha. Este gran banquete que se realiza en el Altar de Muertos celebra el fin de la temporada de escasez y por eso se comparte “hasta con lßs muertßs”. De ese modo, quienes están en viaje rumbo al Mictlán (el territorio donde las almas finalmente descansarán) saben que pueden detenerse en su antigua morada una vez al año para recobrar fuerzas antes de continuar con su camino. Para eso, el mundo de lßs vivßs ofrece comidas, bebidas, música, inciensos, adornos y flores… En el fondo, los elementos fundamentales de una ofrenda son elementos naturales: fuego (representado por las velas y veladoras), aire (representado por el papel picado o guirnaldas), tierra (representada por las flores y los frutos) y agua (que aparece en jarras y vasos y sirven para calmar la sed de las ánimas). Todos ellos están presentes en el altar de muertos. Según la creencia el espíritu de sus difuntßs regresa al mundo de los vivßs para convivir con la familia ese día. Los altares, principal lugar del agasajo, se preparan con esmero y originalidad. Si bien hay elementos que no pueden faltar, cada casa y cada tumba es adornada de forma única.
Un lugar especial ocupan las flores, pues sirven para dar la bienvenida a las almas: las hay blancas, que evocan el cielo; amarilla, la tierra; y morada, el luto (herencia colonial). De todas ellas, la más importante es la flor de muertos o cempasúchil (del náhuatl: cempoalxochitl). De herencia prehispánica quiere decir “flor de 20 o más pétalos”, recuerda el alma del muerto y representa la fuerza del sol y de la vida, así como también la riqueza. Por su fuerte aroma, sirven de guía a los espíritus en su visita a este mundo.
Hay muchas leyendas sobre estas flores, una de ellas dice que el dios Huitzilopochtli las concedió como una forma de señalar las tumbas de los difuntos y para simbolizar la dualidad vida-muerte. Otra leyenda similar cuenta que en el Valle de Maninalco al morir alguien, los familiares adornaban la tumba con ramos de pequeñas flores amarillas llamadas Tonalxochitl, pues se creía que estas flores podían guardar en sus pétalos el calor de los rayos solares. Al pasar por este valle los Mexicas adoptaron la tradición. ¿Habrá sido esta la primera remezcla de la tradición? Sin embargo para ellßs esta flor era muy sencilla así que con el paso del tiempo la cambiaron por el cempasúchil la cual simboliza la fugacidad de la vida o la vida que nace de la muerte.
El ciclo que empezó con la bendición de las semillas-nacimiento de la vida, allá por la hoy denominada Fiesta de la Candelaria, finaliza ahora con la cosecha-muerte. Una vez más se manifiesta la dualidad. Desde épocas remotas además de un uso ornamental y ceremonial, la flor de cempasúchil ha tenido variados usos en la medicina tradicional.
En el fondo de todo y con una presencia que se mantiene intacta, esta fiesta merece un lugar especial en las celebraciones del año porque es donde lßs muertßs nos visitan para disfrutar con nosotrßs aquello que amaron en vida. De esa convivencia ha nacido un entramado de arte y cultura popular que nos permite crear y recrear formas y representaciones de vida y de vidas. Juntar varios mundos en este mundo (como el remix que se está viviendo a partir de jalowin) pero también entre este y otros mundos paralelos que nos recuerdan, además, la continuidad innegable que tenemos con la naturaleza de la que nacemos. El día de muertos es el tiempo en que las almas regresan a convivir con lßs vivßs, como una sola y gran comunidad que se celebra y recuerda mutuamente…