Sursiendo hilos sueltos
Leyendo algunos de los textos de la compilación Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias, hecha por Leonor Arfuch, se nos ha ocurrido reflexionar brevemente sobre los espacios público e íntimo, ¿qué relación tienen? ¿Cómo se entrecruzan? Lanzamos unas notas:
Enseguida se nos vino a la mente la obra del pintor Edward Hopper, donde “nunca un espacio público apareció tan desolado”, en palabras de Adolfo Vásquez Rocca. En los cuadros del estadounidense nos acercamos a la vida urbana solitaria y resignada, donde se muestran momentos en los que el espacio público se convierte en íntimo, cuando las personas se recogen ensimismadas, obviando el mundo. La vida en el anonimato, lo íntimo expuesto pero resguardado a la vez. “[Hopper] nos enseñó, sin pretenderlo, la putrefacción del capitalismo, el sueño americano encerrado en un frío restaurante o en una sórdida habitación de hotel”.
Pero, ¿qué es la intimidad? La palabra viene del latín intimus, superlativo de interior, que designa cierto ámbito que se abre en lo que ya es interior. Sería ahondar hacia dentro, lo que tenemos escondido, lo afectivo y lo personal, propio de cada persona. Pero esa esfera no puede estar separada de lo social, porque las personas constituyen y son constituidas por la sociedad. Como dice Hannah Arendt, “el crepúsculo que ilumina nuestras vidas privadas e íntimas deriva de la luz mucho más dura de la esfera pública”. Por lo tanto, la separación entre esos espacios es imaginaria, la intimidad es creada por lo de afuera, y se inició con la modernidad, cuando el individualismo burgués y la propiedad privada se imponen como máximas a defender.
Parece ser que uno de los primeros autores que tratan sobre la intimidad fue Rousseau, al escribir su autobiografía y publicar obras epistolares, produciendo la paradoja de hacer público lo íntimo. Desde entonces, y miles de libros, de revistas, de programas radiales de testimonios y de reality shows televisivos después, la intimidad forma parte de la comunicación, para mostrar muchos yoes que sirven de modelo. Con Internet y las nuevas tecnologías se amplifica la paradoja: desde nuestro hogar, la más de las veces, publicamos lo íntimo, mostramos al mundo nuestros deseos, nuestras miserias, nuestras reflexiones, nuestros sueños, e incluso a veces nuestras desnudeces. La modernidad hecha trizas.
Georg Simmel en este sentido aporta el significado de puerta para establecer el interior y el exterior como dos caras de la misma moneda: el umbral que une y separa, que aisla y que comunica. Para el filósofo alemán, “el hombre es el ser fronterizo que no tiene ninguna frontera”, cuando explica que el ser humano recortó la infinidad del espacio al crear un hogar, una parcela que evoca al refugio, pero también al encierro y la finitud. Quizás entonces Internet puede considerarse una importante puerta de conexión entre espacios, cuando no un nuevo espacio, común y global.
Ya la británica Doreen Massey, premio Nobel de Geografía, en el artículo La filosofía y la política de la espacialidad reclama para el presente una nueva imaginación geográfica. Para ella, el espacio es parte integrante de la construcción de las subjetividades políticas, hay que entenderlo en términos de relaciones y lo concibe en tanto proceso en formación, enfatizando en su carácter nunca acabado, nunca cerrado, en devenir.
Por ello podría decirse que la intimidad moderna también está en fase de mutación, como han impulsado también desde diversos sectores feministas, y quién sabe si desde ahí pueda partir también el nuevo común. “Lo personal es político” podría llegar a ser “Lo personal es procomún”.