Pa’ fuera, pa’ la calle… hagámosla un procomún

derechos digitales colectivos
3 abril, 2012
sursiendo

Sursiendo hilos sueltos

La calle siempre se ha considerado un espacio público, allí donde se ubicaban los mercados populares, donde jugabas y te hacías mayor. También ahí te enamorabas, tomabas el fresco, bailabas en la verbena, hacías deporte o te disfrazabas de carnaval. Y las calles y plazas han tenido siempre un sentido político contrahegenómico: a diferencia con el adentro (castillos, palacios, centros de poder,…) en los espacios urbanos al aire libre se hacían mítines, manifestaciones, comedor popular, transmisión de mensajes,… o algunas relaciones más espontáneas de encuentro, pero también de creación de ciudadanía. Es decir, era un bien común aún no tan amenazado.

Desde hace unos lustros a esta parte, se ha ido privatizando cada vez más la calle mediante la priorización del transporte motorizado individual, la ocupación por prácticas comerciales o partidistas, la inhumana reordenación urbanística, la masiva expulsión de la permanencia social, el control orwelliano… o sólo queda como lugar de tránsito y consumo (un no-lugar, según Augé).

Por eso está siendo reivindicado por algunos y algunas como espacio común, más que público, por la nefasta administración de las autoridades, por dotarnos como comunidad ciudadana, usuario y participante, de reglas propias de civismo.

Un ejemplo de ello es el grupo #Quitaunanuncio, de Ciudad de México, que desde hace unos meses ya ha convocado a quitar anuncios publicitarios, y sobre todo de partidos políticos, de las vías públicas, porque incluso contravienen las ordenanzas municipales, pero como ni los gestores las aplican (más bien las violan) hacen un sano ejercicio de ciudadanía y sacan de postes, farolas y demás mobiliario callejero los anuncios. Ahora que comienzan las campañas electorales hay que seguirlos muy de cerca, imitarlos, multiplicarlos…

Porque ejemplos de soberbia municipal conocemos en el sur de México, cuando el presidente municipal de San Cristóbal de Las Casas, el priísta Mariano Díaz Ochoa, comenzó la criminalización y caza de brujas contra jóvenes graffiteros, al más puro estilo del Viejo Oeste, incluso ofreciendo recompensas por capturas. Y claro, como era lógico acabó en tragedia: el joven de 16 años el Burla fue asesinado de dos disparos por un guardia de seguridad privada mientras intentaba pintar. Entonces organizaciones sociales y colectivos realizaron foros, marchas y comunicados denunciando la persecución y acercando el arte del graffiti a la ciudadanía en general, y dando importancia a la voz de los jóvenes.

Proyectos de arte urbano participativo
Y como debe reivindicarse el arte urbano, al contrario que en la ciudad chiapaneca, en algunas otras partes del mundo sí apuestan porque el graffiti embellezca las calles, a la vez de que se convierte en un acto de socialización y compromiso compartido. Y si no, que se lo pregunten al grupo de artistas madrileño Boa Mistura, formado hace más de 10 años por Arkoh, Derko, Pahg, Purone y rDick, y que con su trabajo en Sao Paulo, Brasil, y en Ciudad del Cabo, Suráfrica, ha dotado de belleza, humanidad, intercambio social y esperanzas a zonas olvidadas y criminalizadas. Recientemente han sido expuesta su aventura africana en un documental titulado Diamond inside, de Luis Sánchez Alba.

Estos son sólo algunos apuntes de las miles de iniciativas, desde abajo, desde la inquietud social por tener otras calles, recuperarlas, humanizarlas,… Venga, pa’ fuera, pa’ la calle… hagámosla un procomún.

@Sursiendo