Recientemente un amigo, en una conversación sobre el 5G, nos preguntaba de forma sincera: “¿pero ustedes no quieren que llegue Internet a todo el mundo? ¿No apuestan por el acceso universal a la Red?” Esto nos hizo pensar. Y de ahí surge este texto, que en realidad contiene más preguntas aún. Pero sobre todo gira en torno a una: ¿quiénes necesitan el 5G?
La conversación con este amigo se producía sobre la llegada de la tecnología móvil de quinta generación (5G), esa de la que la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) dice: “Se prevé que las tecnologías 5G den soporte a aplicaciones tales como edificios y hogares inteligentes, ciudades inteligentes, vídeo 3D, trabajo y juegos en la nube, servicios médicos a distancia, realidad virtual y aumentada y comunicaciones masivas de máquina a máquina para la automatización de la industria. En la actualidad, las redes 3G y 4G se enfrentan a dificultades a la hora de ofrecer estos servicios”.
Según parece, como explica Peter Bloom, de Rhizomatica, “el objetivo es lograr 1 Gigabit por segundo en tu celular o incluso más. Para ponerlo en perspectiva, en la actualidad, la mejor red 4G alcanza aproximadamente 45 Mbps, es decir, ni siquiera el 5% de la meta fijada para 5G. El siguiente aspecto es la posibilidad de conectar más equipos, con el objetivo de conectar alrededor de 1 millón de aparatos por cada kilómetro cuadrado, comparado con la capacidad de 2000 equipos por kilometro cuadrada posible con los servicios 4G”.
Esta quinta generación tecnológica busca “una mejor experiencia de usuario” y se prevé “que el número de dispositivos conectados a Internet alcance los 50 mil millones a partir de 2025” (UIT).
Como dicen Peter Bloom y Loreto Bravo, “la hiperconectividad, en su esencia, se basa en una mentalidad consumista urbana e individual orientada a incrementar las velocidades y servicios digitales para algunos, mientras los demás siguen sin nada”. Mucha gente se quedará fuera.
Nos surgen, mientras, más preguntas: ¿cómo nos afectará la llegada del 5G?
Además de las noticias que relacionan el 5G con el covid-19 y otras ideas conspiranoicas, aún no está claro que este tipo de tecnología tenga afectaciones a la salud, ya que hay controversia en los estudios y no se ponen de acuerdo. Lo que sí es seguro es que el 5G significa más fabricación de dispositivos, antenas, cables, servidores y aparatos de todo tipo, que se construyen con minerales, que se extraen de minas, que afectan gravemente a la tierra y el territorio. También llevará aparejada mucha obsolescencia y renovación de equipos, y por tanto, mayores cantidades de residuos tecnológicos, que irán a parar a vertederos, ríos, costas, que también afectarán gravemente a la tierra y el territorio. Es decir, a muchas personas.
Y estar a la última en tecnología para acceder a estas redes ¿significará trabajar más para consumir más tecnología? ¿En qué condiciones laborales? Pues con el 5G también se prevé más automatización en puestos de la industria y los servicios. Suena a más precariedad, deslocalización, desempleo. ¿O vendría acompañado de dignificación de otros puestos de trabajo y rentas básicas?
No parece que sea una tecnología para curarnos ni cuidarnos… Porque además, “un problema fundamental es que el 5G no está centrado en los humanos. La comunicación entre los seres humanos es solo una pequeña parte del paquete, como también lo es el acceso a la información y el diálogo entre pares (…) hay un enfoque importante en facilitar las comunicaciones de máquina a máquina (“Internet de las Cosas o IoT”) y en convertir al 5G en una plataforma de distribución mediática para televisión HD, gaming, realidad virtual y otros”, como explica Bloom.
Es decir, es un peldaño más en el consumismo, el capitalismo extractivo, un sistema basado en el crecimiento lineal e infinito, mientras vivimos en un planeta esférico y finito.
Pero también con consecuencias geopolíticas, como hemos estado viendo con la pugna entre Estados Unidos y China. ¿Dentro de unos años habrá varios Internet, según los bloques geopolíticos? Todo apunta a ello.
Si, como estamos comprobando los últimos años, cada vez hay más vigilancia y control social a través de las tecnologías digitales por parte de instituciones y gobiernos, ¿se acentuará aún más esta tendencia con el 5G? Pues al haber mayor velocidad de trasmisión de datos, mayor almacenamiento y capacidad de cómputo, puede que estemos a las puertas de un futuro como de película ciberpunk. Ya estamos viendo mayores despliegues de cámaras con reconocimiento facial y drones en las ciudades, por ejemplo.
Nos quedará el consuelo de que esta nueva tecnología no llegará a todos los rincones, y en muchos casos no lo hará hasta dentro de 10 o 15 años. Pero precisamente esto hará que haya mayores desigualdades y las brechas digitales aún se agranden más: servicios esenciales a través del 5G frente a poblaciones que no tienen ni señal de telefonía.
Porque claro, esta “revolución tecnológica” la están liderando empresas trasnacionales para las economías centrales. Y las compañías sobre todo buscan el máximo beneficio, por encima de todo. Y si ya pasaba (y pasa) con el extractivismo minero, no está de más mencionar el extractivismo de datos, que se multiplicará con el 5G.
No tenemos las respuestas, pero nos gusta pensar en la práctica del boicot y sabotaje (simbólicamente). Ya que, como reflexionan en el Comité Invisible, el poder está ahora en las infraestructuras, y el 5G es un gran despliegue de nuevas infraestructuras.
De ahí que haya que politizarse. Mirar críticamente la nueva ola tecnológica. Como dice Amador Fernández-Savater, “politizarse implica hacerse preguntas radicales (de raíz) sobre lo existente (…) ocurre cada vez que abrimos y sostenemos colectivamente preguntas sobre cómo queremos vivir juntos (…) implica la transformación social —y de nosotros mismos— a través del cuestionamiento radical de objetos y relaciones completamente “naturalizados” hasta el momento”. Lo siguiente es ser consecuentes y movernos. Hacer. Poner el cuerpo. ¿Y por qué no nos preparamos para el futuro incorporando a nuestros espacios formativos temas como programación, filosofía de la tecnología, ética, electrónica, análisis de contenido?
¿Van a necesitar el 5G las radios comunitarias, las escuelas rurales, las tiendas de barrio, las cooperativas productivas, los clubes ciclistas, los colectivos autónomos, las clínicas de atención primaria, los centros sociales-culturales-cívicos, los blogs, los mercados de cercanía, las periodistas independientes…?
Mientras, podemos aprender de cómo se defiende la tierra y el territorio, cómo se ha venido haciendo décadas tras décadas: saliéndose de los caminos trazados desde arriba y adoptando nuestros propios caminos, adaptados a nuestras necesidades. Centrándonos en la vida.
Si Internet es nuestro territorio, también tenemos que defenderlo en los territorios. Habitar la Internet de nuestra forma. Apropiarnos de ella y reescribirla. Hackear el sistema.