Sursiendo hilos sueltos
Un breve análisis de la difusión y apropiación del performance de Lastesis
por Valzer
“Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía.
El violador eras tú.
El violador eres tú.”
Fragmento del performance de Lastesis
En las últimas semanas me he encontrado a menudo tarareando el himno feminista del momento desde San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, que como muchas otras latitudes, fue escenario del performance “un violador en tu camino”. El pasado 29 de noviembre decenas de mujeres se reunieron en la plaza de la Catedral para manifestar su indignación ante la violencia patriarcal al ritmo solemne, y bastante pegajoso, del canto de protesta chileno, autoconvocadas a través de las redes sociales.
La relación entre internet y activismo desata a menudo reacciones dicotómicas: hay quien considera las redes como dispositivos de inhibición social, por lo tanto relega cualquier expresión de indignación mediada por lo digital a meras expresiones formales y despolitizadas, y quien en cambio considera internet como el espacio designado para la insubordinación social en el siglo XXI. Un tercer camino ve las redes como una herramienta, un medio más, como lo fueron la radio y la tele en el siglo pasado, que a lo sumo tiene la capacidad de dotar a los reclamos de visibilidad a gran escala.
El caso del performance que desde Chile se ha propagado, cual eco ensordecedor, al resto del planeta, le queda corto a cualquiera de estas tres visiones. Para (re)pensarlo me he propuesto apoyarme en los trabajos teóricos de Guiomar Rovira Sancho, académica social que ha estudiado a profundidad los hacktivismos y los nuevos movimientos sociales. En diciembre pasado Guiomar protagonizó “La feministización de la acción política emancipatoria”, un conversatorio realizado en San Cristóbal de Las Casas, que nos dejó algunos aprendizajes y mucho para seguir reflexionando.
“Un violador en tu camino”: génesis de un himno feminista
De acuerdo a las integrantes de Lastesis -colectivo feminista que ideó el canto de protesta vuelto global- éste no nació para ser tal. Fue pensado como parte de la trasposición escénica de las tesis de Rita Segato, antropóloga feminista que ha sabido leer la violencia en contra de las mujeres desde un marco sistémico: el asesino, el violador, el torturador de mujeres no es un loco, un sicópata sino “el hijo sano del patriarcado”.
Sin embargo, el estallido social de la primavera chilena hizo que el performance se estrenara en las calles de Valparaíso en lugar de en el teatro, el 18 de noviembre de 2019, cuando unas 20 mujeres lo entonaron por primera vez. Desde ese momento su reproducción fue exponencial: el 25 de Noviembre dos mil mujeres se formaron frente al Palacio de los Tribunales de Justicia y en el Paseo Ahumada de Santiago de Chile, y en la misma ciudad el 3 de diciembre ya eran 10,000 las que hicieron temblar con sus voces el Estadio Nacional, otrora escenario de tortura y graves violaciones a derechos humanos a mano de la dictadura de Pinochet.
El himno de Lastesis aborda de manera muy lúcida uno de los aspectos más polémicos de la violencia contra las mujeres, es decir su sistematicidad. No señala a un agresor en específico, sino a todo un sistema, que condena a las mujeres a sufrir violencia en un entorno de impunidad. Con el visto bueno del sistema de justicia (el patriarcado es un juez), del Estado (el Estado opresor es un macho violador) y de sus aparatos de seguridad (son los pacos).
Como es sabido el performance ha arrasado con toda frontera hasta alcanzar 51 países, distribuidos en los cinco continentes.
Me pregunto ¿qué posibilitó tal tsunami? Y ¿qué lo caracteriza?
El flashmob como libre-código de protesta
“En Internet las luchas son citables y son citas”
(Rovira Sancho, 2018)
Siguiendo a Rovira Sancho, los nuevos movimientos sociales, o multitudes conectadas, como prefiere nombrarlas, no pueden entenderse sin la irrupción de las TICs (tecnologías de información y comunicación) en la vida cotidiana y sobre todo del movimiento hacker en el activismo internacional. Este último se distingue por la ética del “hazlo tu mismo”, promoviendo la libre circulación y modificación -o hackeo– de códigos.
Si asumimos el performance “Un violador en tu camino” cómo un (libre)código de protesta, compuesto por texto, coreografía, atuendos, y tonada, lo que ha acontecido en los últimos meses es su desbordante hackeo a nivel trasnacional.
La potencia de la reproducción del himno no solo debe pensarse desde el criterio de la distribución geográfica de las réplicas, impactante desde luego, sino sobre todo desde sus remixes:
Si en Chile el texto de la balada acusa directamente a los “carabineros”, cuerpo de la policía militar chilena, históricamente responsable de graves violaciones a derechos humanos:
Duerme tranquila, niña inocente,
sin preocuparte del bandolero,
que por tu sueño dulce y sonriente
vela tu amante carabinero.
Las feministas argentinas lo impugnan con sus pañuelos verdes para avanzar en su histórica lucha por la legalización del aborto:
El patriarcado es un juez,
que nos obliga a parir
y nuestro castigo
es la violencia que ya ves.
Es femicidio.
Maternidad como destino.
Es violación.
Es aborto clandestino.
En otras latitudes, las mujeres kurdas convocadas por Women Defend Rojava en Madrid han modificado el texto para denunciar ante la Embajada de Turquía la invasión de su territorio:
El violador eres tú.
Es Turquía
Los genocidas
Los gobiernos
Sus aliados
En la India agregan versos que señalan a la religión y al sistema de castas de ser cómplices del patriarcado:
en el nombre de la casta
en el nombre de la religión
desaparecemos, somos explotadas,
llevamos la peor parte de la violación y la violencia en nuestros cuerpos
Además de los versos, ¡se hackea el idioma! “Un violador en mi camino” ha sido traducido y gritado en mapudungun (idioma del pueblo mapuche), quechua, portugués, griego, euskera, catalán, alemán, francés, inglés, turco, árabe y hay hasta quienes lo representaron en lenguaje de señas.
“Hagámoslo entre todas”, uno de los lemas del hackfeminismo, no ha estado nunca tan vigente.
Cuerpos-enjambre
De acuerdo a Rovira Sancho (2015), otra de las características de las multitudes conectadas es la de haber sustituido las agrupaciones de la izquierda tradicional -partidos, sindicatos, gremios-, con individualidades autoconvocadas, conscientes de sus diferencias. Subjetividades movidas por consignas radicales e impostergables, en ese caso el alto al sistema feminicida, que en sus luchas no admiten etapas intermedias.
El performance de LasTesis y sus remixes profundizan esa lógica convocando a cuerpos feminizados y diversos a ocupar el espacio público, y desde allí señalar a brazo tendido al agresor y los dispositivos que preservan su impunidad. Vimos en las decenas de vídeos manadas de cabellos rebeldes, botas traslúcidas y panzas insurrectas, incomodar a la norma heteropatriarcal, que los quiere encerrados, quietos y obedientes. “Ven con ropa glam, fiesta, fluo” indica la convocatoria lanzada por Lastesis, en protesta abierta hacia la norma no-escrita, según la cual si una mujer que ha sufrido violencia sexual andaba en shorts o minifalda, se lo buscó.
Emblemática en este sentido fue la convocatoria de –LasTesisSenior-, mujeres mayores de 40 años que protagonizaron una de las reuniones más participadas a nivel mundial, exponiendo sus sillas de ruedas, muletas, y carnes abundantes. Así como lo fue el caso de las parlamentarias turcas que, tras la represión de las mujeres-performers en el paseo marítimo de Kadiköy a mano de la policía de Estambul, llevaron el himno hasta el Parlamento.
Los vídeos en internet, medios para las convocatorias y frutos de las mismas, funcionan aquí como nodos conectores y multiplicadores de estos cuerpos feminizados disidentes que componen el enjambre de un tsunami de trayectoria incontrolable, no porque privase de dirección, sino por imprevisible en su precisión, rompiendo la dicotomía entre organismo y máquina, como ya sugiriese hace algunas décadas el Manifiesto Cyborg de Donna Haraway.
La violencia patriarcal
Los cuerpos-enjambres cubiertos de glitters que se mueven al unísono hablan de la transformación radical exigida y a la vez de la violencia y el dolor que los habita. Las vendas negras en los ojos denuncian las lesiones oculares provocadas por impactos con balas de goma disparados por la policía antidisturbios en contra de los manifestantes chilenos. Mientras que las sentadillas, parte de la coreografía, hacen referencia a la rutina de doblarse sobre sí mismas que la policía chilena impone a las mujeres una vez arrestadas, a menudo desnudas.
Recordamos que la violencia en contra de las mujeres es una pandemia generalizada. ONU Mujeres estima que el 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual en algún momento de su vida. Si bien las subjetividades marginalizadas están más expuestas a violencia, los feminicidios y las violaciones sexuales son una realidad para mujeres de todas las clases sociales y geografías. El caso de México no es una excepción: con más de 10 asesinatos de mujeres al día se posiciona a nivel mundial como el país número 23 en prevalencia de violencia feminicida.
Los antecedentes de los flashmobs multitudinarios pueden rastrearse en las iniciativas y articulaciones que a diferentes escalas caracterizan el tsunami del movimiento feminista. El #NiUnaMenos de las argentinas, el #VivasNosQueremos de las mexicanas, el Paro de Mujeres y el #MeToo a nivel internacional vislumbran un futuro feminista que, como estudia Rovira Sancho, ha hackeado a los movimientos sociales de una forma que al momento no parece permitir retrocesos.
Una de estas transformaciones es la de pensar el espacio digital –online– y las calles –offline/in situ– ya no como geografías dicotómicas sino como tecnologías conectivas para la producción de movilizaciones “onlife” (Rovira Sancho, 2019), que en el aquí y ahora ponen en escena la sociedad transformada que las mujeres anhelamos.
Hay quienes no hemos puesto nuestros cuerpos en las plazas, quienes (aún) no hemos señalado con el índice a nuestro agresor, pero en nuestros oídos tenemos el zumbido “el estado opresor es un macho violador” que nos alienta, porque esto apenas empieza.
Referencias:
Rovira Sancho, G. (2019). Tecnopolítica para la emancipación y para la guerra: acción colectiva y contrainsurgencia. IC: Revista Científica de Información y Comunicación, 16, 39-83.
Rovira Sancho, Guiomar (2018) «El devenir feminista de la acción colectiva: las redes digitales y la política de prefiguración de las multitudes conectadas», Teknokultura, 15(2), pp. 223-240. Universidad Complutense de Madrid.
Rovira Sancho, Guiomar (2015) “De las redes activistas a las multitudes conectadas. Movilización social, protesta global y tecnologías de la comunicación”. Revista Internacional de Pensamiento Político, 10, 157-170.