Sursiendo hilos sueltos
Una breve reflexión sobre la historia de Internet de los últimos lustros, centrándonos en los cambios sociotécnicos.
Pongamos como referencia algunas fechas:
1981: Se divulga el SMTP, el primer protocolo de email que, facilitando las cosas, iba a permitir la expansión del correo electrónico.
1990: Tim Berners-Lee crea la web y la pone a disposición de quien quiera.
1991: Nace el sistema operativo Linux.
1999: Nace Indymedia en Seattle (EEUU), una red global de medios de comunicación independientes.
2000: 12 millones de paginas web en línea.
2001: Nace Wikipedia, «la enciclopedia libre».
2003: Se menciona el concepto Web 2.0, una segunda generación de servicios basados en la web, que enfatiza en la colaboración online, la conectividad y la posibilidad de compartir contenidos entre los usuarios.
2004: Nace Facebook en la Universidad de Harvard.
2006: Google, el buscador número uno del mundo, anuncia la compra de la plataforma de vídeos gratuitos YouTube.
2007: Apple lanza al mercado el primer iPhone. A finales de año Google presenta Android.
2012: Facebook adquiere Instagram por 1000 millones de dólares.
2014: Facebook compra WhatsApp por 19000 millones de dólares.
2017: El fundador de Amazon, Jeff Bezos, se convierte en la persona más rica del mundo.
Más allá de aturdir con números, queremos fijarnos en dos etapas: la que va desde inicios de los 90 hasta 2003-2004, y desde entonces hasta la actualidad.
En esa primera etapa, sobre todo tras la popularización de la world wide web a finales de los 90, y posteriormente con el uso de los blogs, había cierto optimismo por el intercambio de información y el uso horizontal de las redes. El hipertexto y lo multimedia enriquecían la navegación, que brincaba de un sitio a otro sin apenas restricciones. Muchos movimientos sociales, vanguardias académicas o círculos artísticos impulsaron un cambio cultural respecto a las tecnologías digitales, que se convirtieron en aliadas de la justicia social.
Después, a partir de 2003-2004, vemos otra etapa, que llega hasta la actualidad, y comienza cuando Google ya es hegemónico, Amazon despega, nace Facebook, Apple vuelve a adquirir gran relevancia (por iPod e iMac)y Microsoft no se deja desbancar como el fabricante más importante de software. Es el impulso del Imperio GAFAM. El dominio de una pocas corporaciones tecnológicas que van acumulando ganancias y poder.
En la actualidad acaparan el ranking de las empresas más valiosas, y tienen la posibilidad de reunirse con gobiernos, influir en sus políticas e incluso pasar por encima de ellas, si no les conviene.
También sobre esas compañías leemos y escuchamos informaciones relacionadas con multas por monopolio, escándalos de vigilancia y espionaje, reportajes sobre las condiciones de trabajo en sus fábricas, comercialización de los datos personales de millones de usuarias y usuarios o las controversias por propagación de mensajes de odio frente a la censura que ejercen sobre colectivos críticos.
Pero no solamente es eso, que ya es grave, sino que se empezó a fragmentar Internet en jardines vallados, sobre todo a partir de los smartphones, donde las aplicaciones están construidas para que no haya interacción de unas con las otras, las personas no podamos navegar con esa libertad y tengamos que quedarnos dentro. Es otra Internet, menos social, menos horizontal, menos diversa.
Como decíamos hace dos años en Biodiversidad tecnológica para saltar los jardines vallados de internet, “las propuestas de la biodiversidad tecnológica ya empiezan a ser urgentes”. Es justo y necesario actuar, no dejarnos llevar por la comodidad o lo que hace la mayoría y cambiar, poco a poco, nuestras costumbres digitales, pensar si necesitamos tal aplicación o un nuevo dispositivo, observar qué pasa con el software que usamos, poner cuidado a nuestros datos y poner atención a cómo usamos Internet.
La Red está en disputa, entre las corporaciones y gobiernos (por un lado) y los movimientos sociales y la sociedad civil (por otro). En los últimos 15 años la ciudadanía ha dejado escapar el poder que daba Internet, del que se han apoderado las empresas, los Gobiernos también se han preocupado (aunque van por detrás) y han invertido recursos para el espionaje y el control social. Quizás ahora nos toque dar un paso adelante a los y las ciudadanas, agrupadas en comunidades, para no perder las redes digitales, tan importantes que son y serán aún más para la vida social y política.