Sursiendo hilos sueltos
Cómo las grandes corporaciones tecnológicas pueden modificar nuestros comportamientos si no lo evitamos
Si dos personas con características similares hacen una misma búsqueda en Google van a obtener distintos resultados, aunque la hagan al mismo tiempo y desde la misma ciudad. Esto es lo que se llama burbuja de filtros, a través de los algoritmos secretos que emplean para personalizar al máximo el servicio. Algo igual utilizan Amazon para las compras o Facebook para las informaciones. ¿Esto hace que Internet sea más cómodo? ¿Más diverso? ¿Más libre?
Hemos estado revisando últimamente el libro de Eli Pariser titulado El filtro burbuja. Cómo la web decide lo que leemos y lo que pensamos que escribió en 2011 y sigue estando muy actual (o quizás más).
Este autor señala que esto rompe totalmente con la idea de Internet como herramienta para encontrar nuevos conocimientos, nuevas personas, nuevas perspectivas. Ese posible diálogo con lo nuevo y distinto se ve sustituido por la creación de bandos impermeables. Además de que esta personalización es “invisible para los usuarios y, como resultado, está fuera de nuestro control”.
En 2016 el diario satírico The Onion publicó la noticia-chiste: “Un horrible error en el algoritmo de Facebook provoca la exposición a nuevas ideas”. Con la burbuja de filtros lo que consiguen es limitar nuestra manera de ver el mundo, nos quieren hacer ver al mundo como esas corporaciones estiman conveniente y no nos están entregando toda la información. Es más: también ha influido en la difusión de las noticias falsas, difícilmente contrastables y que se viralizan creando corrientes de opinión fuertemente polarizadas. ¿Les suena relacionado con la elección de Donald Trump o el aumento de la extrema derecha? Polarización mediante sesgo algorítmico.
Cass R. Sunstein vaticinó algo así en su libro de 2001 Republica.com: Internet, democracia y libertad. Este autor no hablaba de filtros ni de las corporaciones implicadas (algunas ni existían), sino del peligro de usar la Internet para permanecer en cercados ideológicamente cerrados, lamentando hasta qué punto incluso las personas con opiniones moderadas se vuelven más extremas e intensas cuando se ven expuestas sólo a perspectivas similares, concluyendo que «para que las democracias funcionen bien, tendrán que crear espacios e instituciones que aumenten las probabilidades de que los ciudadanos se vean y escuchen unos a otros realmente, y tendrán que alcanzar un punto de mutua comprensión»; mediante una serie de experiencias compartidas, los individuos tienen que tener un marco de referencia común, por lo menos durante parte del tiempo, y los ciudadanos y ciudadanas han de ser puestos en contacto con diversos temas y puntos de vista que no han elegido específicamente de antemano.
Con la burbuja de filtros esto se pierde. Pero es que además, para que los algoritmos funcionen, estas corporaciones recopilan inmensas cantidades de datos personales, que son el producto de sus gigantescas ganancias y vulneran nuestra privacidad. Con el cruce de todos esos datos (desde dónde nos conectamos, qué nos gusta, qué compramos, qué leemos, con quiénes nos relacionamos, qué videos miramos, qué compartimos, qué escribimos, qué banco usamos, nuestra edad, sexo, situación sentimental, color favorito, estado de salud, medidas, gustos culinarios, dónde viajamos, dónde trabajamos, estudiamos, salimos, etc. etc. etc.) personalizan nuestro transitar por las redes, predicen qué nos puede interesar y qué podemos consumir.
Y si tienen el poder de realizar predicciones colectivas, también tienen el poder de modificarlas.
Dejando a un lado la complicidad de estas corporaciones con el espionaje institucional (como nos reveló Snowden), el llamado Imperio GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) domina, a través del monopolio, qué se difunde por Internet, que es finalmente lo traspasa las redes para condicionarnos en lo social, en lo cultural, en lo económico, en lo político. O están cerca de hacerlo si no lo remediamos.
Desde Sursiendo amamos Internet. Pero una Internet viva, colorida, diversa, justa, sana, que nos va a hacer crecer como personas y como sociedades. Y como Internet somos todos y todas quienes la utilizamos, apelamos a abandonar la zona de confort, esa falsa comodidad de seguir por lo conocido, y buscar alternativas a GAFAM y cambiar de buscador, de sistema operativo, de redes sociales, de plataformas de intercambio de documentos y bienes. Sí se puede!
Texto propiciado dentro de la campaña yoamointernet.org