Sursiendo hilos sueltos
Internet es una red de redes cuya arquitectura es descentralizada y abierta por diseño. Pero no es solo eso. Hablar de Internet implica hablar de muchos temas a la vez. Implica considerar cuestiones técnicas pero también cuestiones sociales, políticas, económicas y comunicacionales.
No pasa solo por tener en cuenta sus capas, aunque es bueno nombrarlas: infraestructura (los cables, servidores, etc), protocolos (las reglas que se usan para comunicarnos, como el Internet Protocol), contenidos (la información disponible) y una cuarta que seríamos las y los usuarios. A pesar de poder hacer esta diferenciación, en lo cotidiano esas capas están íntimamente relacionadas. Por eso, cuando pensamos en habitar Internet, es necesario que pensamos en incidir en cada una de ellas.
Pero, ¿de qué forma? En una nota de hace unas semanas dicen que “la clave en la incidencia no es la razón, es el discurso”. Y para hacerlo “falta ahondar más en la comunicación estratégica”. Aquí es bueno decir que varias organizaciones latinoamericanas realizan un gran trabajo en este sentido y aquí también es donde corresponde hablar de gobernanza de Internet. ¿Eso qué es? ¿Se puede gobernar Internet? Compartimos un vídeo en el que se explican varios de sus aspectos y del que podemos resumir que “gobernanza de internet son los asuntos relacionados con el desarrollo y la aplicación de principios, normas, reglas, procedimientos y programas que dan forma a la evolución y uso de internet”. En este modelo participan “todos los actores involucrados”, desde gobiernos y empresas hasta comunidades técnico-académicas y sociedad civil. Es por eso que enfrentamos diversos Retos de la gobernanza de Internet en la región.
Muchos de esos “actores” pueden participar/construir varias de esas capas. A su vez, cada uno de ellos posee un discurso. De ese universo de perspectivas, cables y comunicaciones es importante hacer tareas de incidencia política pero además necesitamos hackear nuestras prácticas.
Vemos a Internet como un espacio tecnopolítico. Por eso las discusiones deben ir más allá de lo técnico. Nos parece necesario adoptar prácticas que involucren actitudes políticas. No queremos caer en decir “hay que dejar de usar” tal o cual servicio porque “pertenece a una trasnacional”. Sin embargo es importante entender que el modelo de negocio de muchas de esas plataformas es “vender nuestros datos”, de ahí que debemos tener control sobre qué y cómo publicamos en esos espacios. Para ir un paso más allá es bueno conocer que existen otras plataformas que desde lo técnico, adoptan una postura política de compromiso social. Ese es también el motivo por el que apoyamos el uso de software libre.
¿Necesitamos un hospedaje para nuestra página web? Imagínense un proyecto que piensa este asunto planteando que “la tecnología y sus herramientas son el resultado de una colaboración humana y debemos tener derecho a ejercer control sobre ella”. Es una gran manera de redefinir los servicios en Internet y por eso creemos que apoyar proyectos como la Cooperativa Tecnológica Primero de Mayo hace multiplicar los espacios de participación e incidencia. Prueba de que hay un compromiso político es que desde hace más de una semana vienen resistiendo ataques de denegación de servicio (DDoS) a sitios que apoyan el derecho a decidir alojados en sus servidores.
¿Queremos usar redes sociales digitales? Sabemos que existen las redes comerciales y por qué no probar un nodo en Diáspora, uno en Gnu/Social y quizás algún otro espacio como Anillo Sur. Cada una de esas redes alternativas tiene características propias, pero en todas vamos a encontrar el mismo sentido de comunidad que se interesa por aprender del/la otra, con personas que las habitan que se (pre)ocupan por fortalecer espacios seguros, de tolerancia, participación y colaboración. Son espacios que se (pre)ocupan por crear y enlazar proyectos, ideas, generar interacción, diálogo. ¿Puede ser esto una forma de gobernanza? Aún cuando no entre dentro de la definición comúnmente utilizada, lo cierto es que hacer/estar/cuestionar son prácticas que nos llevan a desandar el determinismo tecnológico y “dar forma a la evolución y uso de internet”.
Hasta aquí los espacios mencionados son comunidades que acompañan desde lo técnico diversas problemáticas sociales y aúnan personas-que-aprendieron-a-hacer-técnicamente que, con compromiso político proponen alternativas de comunicación y personas-que-quieren-apropiarse-de-la-Red que eligen usar estas plataformas para crear y compartir contenidos. Todas ellas son formas de hackear las estructuras dadas.
Como se menciona en los Principios de Manila, “toda comunicación a través de Internet es facilitada por intermediarios, como los proveedores de acceso a Internet, las redes sociales y los motores de búsqueda”, es por eso que estos principios sobre responsabilidad de intermediarios buscan “proteger la libertad de expresión y crear un entorno propicio para la innovación”. ¿Eso implica que no podemos exigir directamente a las grandes corporaciones responsabilidad sobre lo que ocurre en sus plataformas? ¿Podemos pedirle observancia sobre derechos humanos y colectivos?
Serían dos esferas diferentes. Una, un marco que propicie libertades y derechos, y otra, la de la exigibilidad hacia las propias plataformas. Es bastante molesto cuando los intermediarios son interpelados directamente por sus prácticas de “vigilancia para el consumo”, por ejemplo, y las respuestas no llegan. Pareciera que quieren que creamos que hacen lo que hacen “solo por observancia a la ley”, y no porque (además) usar y vender nuestros datos es su modelo de negocio.
En ese sentido, si esas mismas corporaciones ganan millones con nuestra información es esperable que al menos nos den respuesta en calidad de “personas” y no solo de “consumidores”. Claro que esas plataformas no serían nada sin nosotros y nosotras usándolas, pero cuando, por ejemplo, reclamamos por un caso de violencia en sus espacios, las mayoría de las veces recibimos respuestas automatizadas únicamente. Las “horas personas” para atender casos particulares son necesarias. Y, fundamentalmente, que la atención de casos sea realizada por personas capacitadas en derechos humanos. Personas tratando con personas. No personas solo hablando con máquinas. ¿Es muy costoso y engorroso? Si esa es la respuesta, entonces, definitivamente, no queremos volver a escuchar que nos digan que las y los usuarios somos “lo más importante para ellos”. Y es que además, no somos solo usuarias y usuarios. Somos prosumidores y prosumidoras. Creamos contenidos que les generan valor ¡todo el tiempo!
Sabemos que faltan muchos más espacios por ocupar e intervenir. Falta especial atención al hacer desde la infraestructura. No está claro qué tan factible pueda ser eso. Sin embargo, apoyar espacios do it yourself/do it together (DIY/DIT) abre posibilidades de creación no solo de software libre, sino de hardware libre. O proyectos como guifi.net, “una red de telecomunicaciones mancomunada, abierta, libre y neutral”.
Con todo esto no queremos decir que no se necesitan reglas o protocolos, pero, como dice Enrique Chaparro, pretendemos “una Internet anárquica. Las regulaciones en ella deben ser las necesarias para distribuir racionalmente recursos escasos y administrar infraestructura común, pero ni un grano más” y es por eso que “las estructuras de gobierno de la Internet deben estar sujetas a supervisión y revisión (…) Deben construirse sobre la comunidad universal de usuarios de la Internet. Y, por supuesto, deben ser responsables ante esa comunidad sin que haya más de un nivel de representación entre los miembros de la comunidad y las personas a quienes se han confiado los poderes de gobierno”.
Hay una arista más para sumarle a todo esto. Queremos salir de las “redes”, vernos en las “calles” y para eso también generamos espacios de cuidados que podamos habitar juntos y juntas. Espacios como el TransHackFeminista en el que durante una semana completa pudimos hablar y escuchar, participar y construir lazos político/sociales/afectivos que empezaron o que seguirán en las redes. Un espacio en el que además pudimos compartir prácticas de “alfabetización digital” y conocimiento.
Entonces, incidencia política ¡sí! Complejización del discurso ¡sí! Hackear nuestras prácticas ¡también! Somos parte de ese enjambre, de esos ecosistemas. Participar, involucrarnos… eso es hacer la diferencia.