Sursiendo hilos sueltos
Desde Sursiendo ponemos nuestro punto y aparte (por ahora) al debate sobre cultura libre que hemos desarrollado junto a David G. Aristegui, Leonardo Toledo, y demás personas.
Así, para finalizar queremos aclarar, resumir y subrayar cuestiones que nos parecen importantes:
El geógrafo marxista David Harvey nos comparte Los 17 mandatos del anticapitalismo, que como otros análisis sobre qué queremos construir para salir de las dinámicas capitalistas, nos parecen interesantes para ir visualizando por dónde trabajar. Hay un punto que queremos destacar (aunque todos son muy interesantes):
3. La oposición entre propiedad privada y poder estatal sea desplazada tanto como sea posible por regímenes de derechos comunes –con énfasis concreto sobre el conocimiento humano y la tierra como los comunes más cruciales que tenemos- cuya creación, gestión y protección se sitúe en las manos de asambleas y asociaciones populares.
La cultura libre, enlazada siempre con los demás ámbitos de los comunes, busca democratizar la cultura, para que quien quiera pueda producir y acceder a los conocimientos y las artes, sin barreras económicas, sociales o políticas. Es un gran salto adelante significativo según como está el estado de las cosas.
Actualmente el derecho de autor, como está aplicado, limita la posibilidad de la cultura libre. Entonces tenemos que el derecho de autor se divide en el derecho moral y el derecho patrimonial. El primero es el que reconoce la autoría de alguien sobre una obra (y siempre está presente), y el segundo básicamente sobre quién se beneficia económicamente de esa obra.
El derecho patrimonial suele ser cedido a intermediarios (discográfica, editorial, academia, etc.) que se encargan de comercializar la obra, y que suele obtener, en la mayoría de los casos, más del 70% de lo recaudado. Además, según las últimas modificaciones en la mayoría de los países se amplió a 70 años desde la muerte del autor/a el cobro de estas regalías (o royalties) por parte de sus herederos (en México llega hasta los 100 años tras la muerte del autor).
Todo esto propicia que haya posibilidades de censura por parte de la empresa intermediaria o por parte de quien heredó la obra, quienes están en su derecho de no publicar más, o evitar que se difunda, o cobrar por cualquier obra derivada (canciones, cuentos, películas, remezclas que se basen en la obra). Por ejemplo, leíamos hace unos años:
los irlandeses celebraban en la calles de Dublín el centenario del Bloomsday, era otro 16 de junio en el que se festeja la famosa obra Ulises del escritor James Joyce. Pero los festejos estuvieron a punto de aguarse. Un nieto del escritor prohibió que se hicieran lecturas públicas de las obras de su abuelo salvo que le pagasen considerables sumas de dinero, la ley de copyright lo amparaba en su demanda.
Además de que apoyándose en estos derechos es posible limitar la libertad de expresión en Internet.
A su vez, como contábamos hace unos años «“hecha la ley, hecha la trampa” y es así como por ejemplo, el hecho de que por más que una obra haya sido devuelta al común, puede que sus traducciones, obras derivadas y similares pertenezcan a sus reeditoras».
El derecho de autor también tiene ciertas controversias respecto al derecho moral, de ahí que en SurSiendo hablamos de la muerte de la autoría, porque no creemos ya en la idea romántica del autor aislado que tiene una iluminación creativa, alguien especial a quien hay que cuidar. Todas las obras se inspiran en la cultura que la rodea, que han sido antes o en otras partes del mundo, por lo que habría que dar tributo a todas esas influencias culturales.
En la era Internet que estamos iniciando, el link (enlace o vínculo) es una especie de símbolo que muestra claramente cómo se interconectan las ideas, las referencias, los distintos sentires y haceres. Esta hipertextualidad propia de la Realidad 2.0 rompe con cómo se ha concebido la cultura hasta el siglo XX, elimina intermediarios, crea relaciones P2P y ofrece aire fresco para que miles de jóvenes usen sus cámaras, creen algo y difundan, para que se escriba en miles de blogs, se hagan millones de fotografías, se graben millones de temas musicales. De la calle a la pantalla, del instrumento al click. Nuevos tiempos para la lírica.
Una de las cuestiones claves es cómo retribuir a quien se inspira y se dedica horas a crear algo, difunde y aporta a la cultura de su tiempo. Cómo hacerle para que crear cultura tenga su recompensa, más allá del reconocimiento social y la satisfacción personal (ambas sumamente importantes). Poner barreras a la cultura libre es hacerle el juego a las majors culturales que tanto han hecho por tener el mundo como lo tenemos.
Eso, y buscar autonomía social para ejercer colectivamente el derecho a acceder, disfrutar, compartir, reutilizar, adaptar o remezclar cultura. Lo demás es querer volver al siglo XIX.
Nuestro agradecimiento especial a derecho a leer, Ártica, derechos digitales y por supuesto a nuestra banda del Colaborativo MX, por sus enseñanzas.