Sursiendo hilos sueltos
El título de este post, parafraseando al movimiento zapatista, es para iniciar una breve defensa de la cultura libre, que está más viva que nunca y creciendo, aunque hay que seguir luchando por ella.
Este texto viene como amistosa respuesta al de David García Aristegui, titulado La muerte de la cultura libre (no necesitamos licencias, necesitamos sindicatos), en referencia a una charla que ofreció en la II Universidad Popular de Verano | Campus de Cebada, en Madrid (VIDEO), que desde la provocación sobre el tema, aborda problemas que nos conciernen a quienes estamos en esto, y nos sirve para seguir replanteándonos el presente y el futuro de la cultura libre.
En SurSiendo seguimos revisando las preguntas que nos hacíamos hace casi dos años sobre este tema: ¿Gutenberg agoniza? ¿Qué es crear? ¿Conocimiento como Propiedad privada? ¿Qué remuneración? No tenemos las respuestas, pero seguimos pensando y practicando la cultura libre, apostando por el conocimiento compartido y creyendo en la creación colectiva.
Como decíamos ya en ese texto: el aprendizaje no es jerárquico (no hay profesores que enseñan y alumnos que aprenden), no va de arriba abajo sino de abajo arriba, es mutable, es colectivo, es una cultura libre que define otra arquitectura de participación; el conocimiento se organiza en las redes sociales que son comunidades no jerárquicas que se organizan en red y se intercomunican permanentemente. No hay un objeto sagrado e inmutable llamado “conocimiento”. De alguna manera vuelve a los fundamentos de la cultura anterior a Gutenberg, aunque pretende reescribirla y hacerla nueva.
El texto de García Aristegui basa su argumentación en que la cultura libre no ha servido para acabar con la precarización de las y los trabajadores culturales y que no ha establecido una fórmula para evitar que los grandes medios e industrias pirateen el trabajo de quien lo hace desde las licencias libres. No pensamos que la cultura libre sea la solución mágica a todo esto, y sí pensamos que también en trabajos desde la cultura privativa ha pasado, pasa y seguirá pasando esto mismo. La cultura libre es una opción política y ética para patear el tablero de juego capitalista e ir creando otra forma de producir, crear, difundir, consumir… Pero mientras, estamos muchas personas, colectivos y organizaciones con un pie en el sistema capitalista y con el otro tanteando posibilidades para salirnos definitivamente. Cada vez más gente.
Pensamos que García Aristegui se circunscribe en el contexto del estado español, ya que en los países latinoamericanos las crisis, el neoliberalismo a ultranza, el buscarse-la-vida, el despojo se sufre desde hace mucho. Y sí que la cultura libre es una forma de encontrarnos y organizarnos, cada quien como crea más conveniente: cooperativas, colectivos, organizaciones, movimientos… para evitar que se privatice aún más el conocimiento e ir probando en la construcción de otros mundos, otras economías. Porque además, la cultura libre tiene mucho que ver con el software libre, con las licencias libres, con el P2P, con el dominio público, con Internet, o con la comunicación. Pero también tiene mucho que ver con el extractivismo y el neoextractivismo y la defensa de la tierra y el territorio, con las semillas, con las plantas medicinales, con las ciudades, con las migraciones y el tercer cercamiento capitalista, con los feminismos, incluso con el amor. O al menos, eso pensamos en SurSiendo.
La cultura libre trasciende fronteras, como bien saben también los pueblos indígenas o los hackers, trasciende generaciones, géneros, etnias, sexos; y vive en este momento de crisis social, política, ecológica, y de paradigmas. El viejo mundo está muriendo, otro está naciendo y ponemos sobre la mesa que la cultura libre está muy viva, quizás quien esté muriendo es el concepto de autor y muchas instituciones modernas. Sin volver al pasado pre-moderno, sí necesitamos re-aprender cómo hacían los pueblos originarios, las colectivizaciones, las comunas, las relaciones con las demás personas y el entorno, sumando todo lo que hemos aprendido y descubierto en los últimos tres siglos. Es un gran salto adelante, necesario para humanizarnos de nuevo, salirnos de las lógicas privatizadoras. Y porque sabemos que la cultura se defiende compartiendo.
Las gentes que defendemos, creamos, fomentamos, luchamos por la cultura libre, como dice Bianca Racioppe (recomendamos su tesis), «proponen otra manera de pensar la producción artística; pero también de pensar la construcción del conocimiento». Añadimos: otra manera de pensar el mundo, poniéndonos manos a la obra.
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