SurSiendo hilos sueltos
De todas las artes que nos imaginamos al pensar expresiones culturales, la danza (clásica, moderna o contemporánea) no había entrado dentro de nuestra lista de cosas con códigos abiertos.
El Colectivo AM nos mete en ese mundo de una manera diferente, desconocida por nosotræs hasta hace poco: acogiendo la filosofía colaborativa como “estrategia anti-hegemónica”, la apropiación como herramienta artística y la muerte del/a autor/a y la entrada en escena de protocolos abiertos de creación. Todas prácticas que de un modo diferente forman parte de nuestros cotidianos.
Una primera concatenación rápida de protagonistas de esta historia iría de una de nosotræs tomando el taller Políticas de la Estética. Modos de Producción y Poder en la Coreografía Contemporánea propuesto por el colectivo AM, a su inspiración en el coreógrafo Mârten Spângberg, a este último leyendo al filósofo francés Jacques Rancière y así hacia atrás construyendo conocimiento espiralado, pensándose desde otræs, remezclando construcciones… En el camino de cada unæ se mostrarán otros elementos que, cual apariciones, irán completando el sentimiento teórico que nos dejó esta experiencia.
Spângberg se considera a si mismo un artista performático para quien la coreografía es simplemente un “medio para la organización del tiempo y del espacio”, es un campo expandido y existe emancipada de la danza. Para él basta crear una coreografía con solo pensar una representación de manera coreográfica. En este sentido su pensamiento es tan radical como democratizador. Su explicación deriva de su modo particular de llevar la economía marxista a todos los ámbitos: cuando el dolar perdió su valor en oro allá al inicio de los años ’70, se produce una ruptura entre la danza clásica y moderna (con cánones muy parecidos) y la danza contemporánea y conceptual. La coreografía se separa de la danza, toma autonomía y empieza a ser un arte en sí misma sin necesidad de presentarse a través de pasos codificados. Es entonces cuando cualquier expresión pensada coregráficamente se convierte en coreografía. Pero va incluso más allá al considerar que una danza que se llame a sí misma contemporánea debe dialogar necesariamente con su tiempo, y en este tiempo lo que abundan son los medios virtuales: internet, redes sociales, YouTube, etc etc etc.
Un momento: hemos hablado de democratización y horizontalidad en la construcción escénica, fin de la autoría, la importancia de la obra puesta en el procesos, de copia y remezcla. ¿Todavía estamos hablando de danza? Parece que sí, y la apuesta es entonces a cambiar nuestras representaciones sobre este arte.
Quizás a Uds también les pase esto de pensar a un/a bailarin/a como personas etéreas que casi no tocan el piso, caminan ágiles, son delgadæs y excéntricæs. Pues bien, hay bailarinæs, coreógrafæs, performers que buscan romper desde todos los ángulos posibles con esa imagen.
Para tomar sus talleres se requieren cuerpos “cotidianos” (¿la vida cotidiana como obra de arte?), es decir, tener un cuerpo. Cuestionan las ideas que surgen de la pura inspiración y sobre todo lo modos de construcción: esos verticales y jerárquicos a los que el sistema nos tiene (mal)acostumbradæs. Se hacen muchas preguntas sobre lo cómos, de esas que nos gustan tanto.
Muchas cosas se están moviendo en estos tiempos y con ellas muchas personas se están activando. Cada quien tiene conocimientos, capacidades y habilidades que compartir para la causa. Bailar en código abierto, cuestionando en cada una de sus piezas las representaciones sociales sobre el gusto y la creación en una institución tan férreamente inamovible nos recordó aquello que reza la ética hacker: “se puede hacer casi de todo y ser un hacker”.
Es una apuesta novedosa y arriesgada, que busca democratizar los cuerpos. ¿Y es que a estas alturas del siglo XXI todavía no somos soberanæs de nuestros propios cuerpos? Cada quien tendrá una respuesta que dar. Lo cierto es que sin esa pregunta contestada desde lo más profundo de nuestra sinceridad no podremos ser sujetæs activæs para construirnos y compartirnos en esos intersticios de procomunes que se establecen en las relaciones humanas, es decir, creyendo que podemos establecer entre nosotræs las reglas por las que queremos vivir nuestras cotidianeidades “sin que intervenga un agente externo” que regule nuestras vidas.
Desde la dictadura del gusto nos viene, entre otras cosas, aquello de que si algo termina como empieza está bien, es lógico, cierra. También a entender el unísono como algo bello, normal, placentero, armónico, natural (como si en la naturaleza realmente existieran dos cosas idénticas y que fueran a la par). En esos días nos recuerdan que ese unísono de los cuerpos se naturalizó en dos ámbitos muy concretos: los cuerpos de la danza y los cuerpos militares. ¡Vaya comparación! No nos extraña entonces que la danza contemporánea se plantee, ante todo, romper con las jerarquías establecidas.
Estamos condicionados a ver el unísono como bello aunque sea una construcción totalmente artificial, y sin embargo al verlo nos decimos “me gusta, ahí hay mucho trabajo, se nota”.
Un momento: ¿Nos da placer algo que tiene trabajo? Quizás ahí también haya un reflejo condicionado. La palabra trabajo proviene de un elemento de tortura utilizado en la antigua Roma, el tripalĭum (cepo de tres palos) utilizado para inmovilizar y azotar a los reos sublevados. Por aquel entonces la mayoría de la población trabajaba en el campo en largas jornadas, soportando frío o calor y pesadas cargas. Trabajar resultaba ser una tortura, requería esfuerzo y sacrificio. La relación que se estable entonces entre trabajo y tripalĭum no es de pegar sino de sufrir.
¿Cómo pasamos de la tortura a la veneración por el trabajo? La cosa se fue suavizando con los siglos pero quizás debamos sus mayores logros a la ética protestante (y porqué no, también a la moral judeocristiana).
Por ahora el análisis que más nos gusta sobre estas cuestiones está en La ética del hacker y el espíritu de la era de la información. A él nos remitimos. De por sí el título refiere al ensayo del sociólogo alemán Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Allí se explica cómo la idea de trabajo se encuentra en el centro del espíritu del capitalismo para el que el trabajo debe realizarse “como si fuera un fin absoluto en sí mismo”. Cuentan que según el predicador protestante Richard Baxter “Dios no se complace en ver a la gente meditar y orar, quiere que hagan su trabajo”. Y no de cualquier forma, hay que hacerlo como dios manda. Algo así como un castigo divino, podríamos decir.
El trabajo no necesita ser hecho gozosamente como propone la ética hacker. Simplemente necesita ser hecho sin cuestionamientos, “con una actitud de atormentada responsabilidad” al punto tal de “elevar el trabajo a la condición de lo más importante en la vida”. Vivimos en una sociedad occidental eurocéntrica, adultocéntrica, androcéntrica y trabajocéntrica.
Antes del protestantismo el trabajo era entendido por los “hombres de bien” como un castigo, una sacrificio cruel que debían cumplir los más desfavorecidos. Al invertir esta idea llegamos a que “el cielo se gana trabajando”: el cielo es bello ergo trabajar es bello.
La ética hacker desafía a la ética protestante. El jargon file define a los hackers como “personas que se dedican a ‘programar de forma entusiasta’” y creen que sus conocimientos y la información que generan debe ser puesta en común, debe ser valiosa para la comunidad. “En este sentido, una persona puede ser un hacker sin tener nada que ver con los ordenadores”, basta con disfrutar de una actividad laboral más allá de sí misma, basta con entusiasmarse con ella y querer compartirla. En el prólogo del libro Linus Torvals dice que “un ‘hacker’ es una persona que ha dejado de utilizar su ordenador para sobrevivir (‘me gano el pan programando’) y ha pasado a los dos estadios siguientes” que él define como vida social y entretenimiento o “dedicación a una actividad que es, en esencia, interesante, fuente de inspiración y dicha”. Esto aún en los momentos en los que la actividad no resulta del todo encantadora. La disciplina y el esfuerzo sirven dentro de esta lógica para la creación de un todo más grande, mejor y atractivo abierto hacia otræs.
Al hackear la danza académica la búsqueda va por el camino de la obra inacabada (o en beta, en lenguaje informático). “La utopía es hacer ahora”. En su texto ¿Cuál es el significado de «contemporáneo»? (vale la pena leérselo completo) Spângberg dice que “la contemporaneidad (…) requiere una profunda reflexión y una gran dosis de ambición. (…) Cambiar los modos en los que las cosas cambian es ya un reto mayor e implica arriesgarse a sí mismo”. Será por eso que cuestiona la idea de autenticidad al igualarla con lo estático, impidiendo de ese modo la creación y el devenir.
En un veloz recorrido histórico por los últimos 50 años se posiciona en la incapacidad que tienen muchos procesos artísticos contemporáneos para dialogar con sus entornos. “Por lo tanto, ¿por qué sigue siendo importante organizar festivales basados en la ciudad (Tanzherbst Bremen), espacios convencionales y establecidos (Stuk) y el formato de diez días (Kunsten Festival des Arts), cuando la época y la economía nos permiten encontrarnos en un sushi bar en la terminal de Ryan Air de cualquier aeropuerto o incluso comunicar mediante soportes digitales o grupos de chat? Las respuestas no se van a discutir aquí ya que son, en cierta medida, demasiado sencillas de tratar: poder, economía y autoría”.
Para él, y para estas formas de entender lo contemporáneo, la actividad debe creer en lo complejo, conversar con otras disciplinas/herramientas/pensamientos, cuestionar(se) y “ser capaz de enmarcar situaciones en las que el artista y el público pueden fusionarse en una entidad sin recurrir a convenciones de participación, sino mediante la oportunidad de acometer la interacción social y, de este modo, politizar el comportamiento diario”. Porque como dice Rancière “la política no está hecha de relaciones de poder, sino de relaciones de mundos”. ¿Será entonces que para reconocernos creadoræs sea suficiente reconocernos relacionales?
Si escuchan que AM anda por su cuidad (y esto puede pasar en cualquier lugar de Latinoamérica o Europa) la recomendación es pasar a conocerlæs. Si no se encuentran con ellæs en persona, la invitación sigue siendo a pensarse y sentirse desde el cuerpo y la mente como una sola cosa que se vive con otræs, disfrutando de nuestras actividades y aportando al procomún.