Tecnologías. Empoderamiento y reinterpretaciones

derechos digitales colectivos
18 diciembre, 2012
sursiendo

Sursiendo hilos sueltos

Algunas reflexiones tras la visita Ramesh Srinivasan a Chiapas

ramesh4Según la primera acepción de la RAE una herramienta es definida como un “instrumento, por lo común de hierro o acero, con que trabajan los artesanos”. Las demás definiciones de este diccionario no van mucho más lejos. La Wikipedia, por otro lado, define una herramienta como “un objeto elaborado a fin de facilitar la realización de una tarea mecánica que requiere de una aplicación correcta de energía”. Continúa diciendo que existen diversas herramientas y que en sentido estricto se diseñan y fabrican para cumplir uno o más propósitos específicos, por lo que son artefactos con una función técnica.

Esta diferencia sustancial entre ambas definiciones pueda quizás ser trasladada a los mundos a los que representan estas enciclopedias: el de la construcción de expertos, vertical y cerrada vs el de la construcción colectiva, colaborativa y abierta. Pero en el medio pasan cosas, y eso no es novedad.

Para Ramesh Srinivasan, profesor asociado de Estudios de la Información en la UCLA una tecnología es tanto un medio u artefacto digital como el hip hop o el graffitti. Todas ellas son tecnologías. Su trabajo se basa en el estudio de las relaciones e impactos que se establecen entre los nuevos medios tecnológicos y las revoluciones políticas, aunque por momentos pareció tener una visión algo escéptica sobre los primeros.

Durante su visita a Chiapas presentó varios de sus proyectos. Uno muy interesante resultó ser el realizado con las comunidades zunis, una de las poblaciones indígena más populosa de Estados Unidos que se encuentra dividida no solo por la frontera política establecida entre México y el vecino país del Norte, sino también entre 15 diferentes reservaciones dentro del suelo estadunidense. El trabajo realizado junto a ellos buscaba reencontrarles entre sí y con parte de sus objetos identitarios dispersos por varios museos del mundo. Para lograr este objetivo usaron como medio la web. Otra experiencia fue desarrollada en la India e involucró cámaras de vídeo. Pobladoræs locales retratando sus propias vidas para ser mostradas a sus vecinæs. La apropiación de esta tecnología por parte de la comunidad fue tal que la persona que les había introducido en ella había desaparecido por completo. Algo similar ocurrió en Egipto antes y durante las revueltas de la primavera árabe (de las que Ramesh fue testigo) cuando estas tecnologías fueron usadas “desde las bases y para las bases”.

Hasta aquí las propuestas resultaron motivadoras pero a pesar de su simpatía con las herramientas mencionadas Ramesh se pregunta una y otra vez si las tecnologías han sido capaces de propiciar estos últimos sucesos revolucionarios o en todo caso las últimas revoluciones le dieron impulso a las redes sociales y demás tecnologías asociadas a ellas. Su respuesta no nos quedó del todo clara.

rameshEn un artículo suyo publicado en el Washington Post confiesa que en las revueltas egipcias ocurridas desde enero del año pasado en adelante ni las redes sociales ni los jóvenes que hacen uso de ellas fueron su motor principal. Esa pequeña porción de población (apenas el 1%) sin embargo sí influyó a una escala mucho mayor en la prensa internacional. Quizás sea su propia experiencia la que le lleve a aclarar (!) que “las redes sociales son necesarias pero no suficientes para hacer una revolución”.

Nos parecía interesante entonces agregar algunas perspectivas sobre todo esto. Pero primero quisiéramos hacer apenas un comentario respecto a algunos criterios que también sobrevolaron la conferencia (explayarse será para otro momento ¡o no! que ya hay mucho buen escrito sobre el tema): hackers, crackers y ciberactivistas no son sinónimos. Aún cuando todos ellos compartan el uso de una misma herramienta comunicacional sus acciones y objetivos distan mucho entre sí. Incluso porque a estas alturas ya podemos ir más allá del tradicional ¿hackers buenos y crackers malos?

Ahora sigue una confesión: creemos profundamente en el poder de las nuevas tecnologías. Esto para lo positivo y lo negativo y por eso mismo creemos que no es necesario adoptar una postura hermética que satanice o sublime sus alcances sino hacer un uso crítico de ellas. Dentro de los procesos que más nos entusiasman en la práctica y promoción de estas herramientas está el creer que pueden apoyar nuevos procesos democratizadores. Al día de hoy ejemplos de esto no nos faltan y de ahí que ya podamos encontrar grandiosos casos como el proceso de redacción de la nueva Constitución de Islandia, el gabinete digital de Rio Grande do Sul en Brasil o la propuesta de Democracia 4.0 en España. Queremos recordar, como también lo hizo Ramesh en su exposición, que el EZLN fue pionero en el uso contrahegemónico de las tecnologías.

Estas herramientas están sirviendo entonces a muchos procesos que quieren recuperar un camino de transparencia, participación y responsabilidad en las tomas de decisiones que conciernen a ese todo más grande que nos contiene.

En el título de un buen artículo se resume las redes sociales eres tú, que te las trabajas. Sin la existencia de estas redes sociales u otros medios internáuticos han existido ya antes muchas revoluciones. Lo que no podemos es negar que las herramientas actuales dan otros sentidos a esos procesos. “La variable, entonces, quizá no esté tanto en las propias redes como en la forma en la que las redes han sido (están siendo) socialmente construidas”.

Creemos que en estos tiempos de neo (colonialismo/extractivismo/liberalismo) los des (aprender/profesionalizar/asociar) pueden hacer grandes re (crear/utilizar/mezclar) para convocar otras co (laboraciones/gestiones/participaciones). Habrá entonces que hacernos oir para terminar escuchándonos.

ramesh1Los tiempos presentes permiten nuevas composiciones sociales que se entrelazan a partir de las tecnologías descriptas aportando al asunto no solo complejidad sino integración. Lo que pudiera pasar (y pasa) es posibilitar una doble conjunción. Por un lado nos permite conectar con gente que está más allá, es decir, gente de todo el mundo con la que empatizar ante una situación concreta que se está viviendo en un lugar determinado. Por otro lado siguen sucediendo las relaciones en el terreno con personas que incluso pueden estar totalmente fuera de la nube. No reemplazamos relaciones sociales, las sumamos y complementamos. Estas herramientas entonces nos permiten vincular indirectamente a personas que en una parte del mundo están conectadas a internet con personas en otra parte del mundo que están desconectadas de la red para hacer crecer las sinergias. ¡Y sumar mundos que no se conocen pero que por opciones de vida están en el mismo lugar simbólico nos parece genial! Estos encuentros pueden crear polinizaciones cruzadas pero ojo que “ya sea una persona, una plataforma, una herramienta, un lugar, un ciberalmacén o un código abierto, nunca existirá la polinización cruzada sin una nueva actitud que guíe a una nueva sociedad”. Y en esa parte de la ecuación solo las personas podemos ser protagonistas.

La red nació en esencia como un medio descentralizado y distribuido. Esto sigue siendo así a pesar de los esfuerzos cada vez mayores por cercenarla y las crecientes personalizaciones que realizan las grandes corporaciones que la manejan (este vídeo de Eli Pariser explica muy bien de qué se tratan las burbujas de filtros). Sin embargo, por otro lado existen cantidad de sujetos colectivos creando alternativas a las redes sociales, los software privativos y los “todos los derechos reservados”. La red es, simplemente, una herramienta, y por eso es tan importante que antes de pararnos frente cualquier herramienta, tengamos en cuenta qué y en qué creemos, cómo y con quiénes queremos relacionarnos.

Hay otra cara que no queremos omitir: somos conscientes y hemos visto alguna vez que para muchas personas la red es más de lo mismo. La educación institucionalizada, por ejemplo, no toma en cuenta estas nuevas formas de comunicación existentes y tan presentes en las vidas de muchos de nosotros y por tanto no tiene capacidad (si acaso alguna vez la tuvo a nivel analógico) de crear seres críticos que intervengan activamente frente a una pantalla de computadora. Para muchas personas la red y las nuevas tecnologías solo sirven para hablar/grabar a sus gatitos y sin embargo aunque estas acciones son valorables, también hemos sido testigæs de cómo estas tecnologías pueden inspirar nuevos caminos: autoaprendizaje, conexiones, encuentros, organización y resistencias.

Una herramienta por sí misma no es un objeto “bueno” ni “malo” es, simplemente, un objeto. Pero si aceptamos que cada época está asociada a una tecnología determinada y que eso muchas veces ha determinado ciertas acciones; si aceptamos el ida y regreso que existe entre ambos espacios (“real” y “virtual”), no podemos olvidar que esta era tiene la posibilidad concreta de hacer algo mucho más grande gracias a las tecnologías con las que cuenta. Nos dice Santiago Alba Rico que “si hay que pensar ‘lo nuevo’ de nuestra época —ya vieja mientras escribo estas líneas— hay que aceptar que ‘los tiempos’ están cargados no solo de la historia de la lucha de clases sino también de la historia de sus productos tecnológicos, a cuyo andamio performativo no podemos oponernos. Hay que aceptar el formato tecnológico de la época y valorar el margen de maniobra que nos deja”.

Ramesh comenta en otro artículo suyo que uno de los mitos de las redes sociales es que “crean aldeas globales”. Quizás eso sea así, quizás podamos aceptar eso como máxima, pero lo que además deberíamos aceptar es que las redes sociales y demás medios digitales han posibilitado la creación de nuevos códigos compartidos y distribuidos a un tamaño mucho mayor al antes existente.

La red puede darnos nuevas ideas sobre la recuperación y rediseño de sentires comunitarios, solidarios y compartidos que queramos llevar también al terreno y a la postre puede ayudarnos a romper con la dualidad Estado/Mercado. ¿Parece poco? Este nuevo escenario distribuido permite prácticas de democracia en red y nos permite asumir la responsabilidad de formar comunidades de autogobierno y autodeterminación. Suena tan lindo eso de darse el propio gobierno, eso de elegir dentro del propio colectivo las libertades que deseamos ceder para su buen funcionamiento. Lo cierto es que estos nuevos medios pueden permitirnos algo similar a una escala un tanto más grande que las del barrio o la localidad.

Pero entonces, ¿la red es buena o es mala? Las realidades nunca son de una forma o de otra. Las realidades se mezclan y combinan y eso es posible, únicamente, porque las personas somos atravesadas por ellas y en ese cruce vomitamos algo nuevo. A muchos de nosotros la red nos ha conectado con personas con las que podemos sentir la misma familiaridad que con nuestræs vecinæs de al lado (y eso porque nosotræs aún conversamos con algunæs vecinæs). La red puede, permite, posibilita cosas nuevas y, como todo lo nuevo, genera ciertas resistencias. ¿A que habríamos de tenerle miedo? En estas nuevas construcciones, con pocas certezas y muchas preguntas, todo está por hacerse (como en el “caminar preguntando” zapatista) y hay, además, cantidad de personas, lenguajes, saberes y artes dedicadas a mirarse entre sí y dispuestas a crearlas.

 

@SurSiendo